Capítulo 13.

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La noche se despliega como un manto oscuro sobre la ciudad, las estrellas titilan con una luz tenue y misteriosa. Es el momento en que todo se ralentiza y el ritmo del mundo se detiene para permitir que el silencio se apodere del ambiente.

Es entonces cuando el arte de mirarla y entenderla toma lugar. Observar la noche no es sólo mirar hacia el cielo y ver las estrellas, sino entender la profundidad y el misterio que se oculta detrás de ellas. Es en la noche cuando el arte cobra vida, cuando la oscuridad se convierte en un lienzo donde las luces crean figuras y siluetas que nos hablan de la belleza de la vida.

La noche es un momento para reflexionar, para detenerse y mirar más allá de lo superficial, para encontrar la verdad que se esconde detrás de las sombras.

La noche es un misterio que la invita a explorar pero así mismo lo hace su mirar.

En la noche, la mirada se vuelve más aguda, más sensible, más profunda. La oscuridad nos lleva a descubrir una belleza que sólo podemos encontrar cuando nos permitimos ver más allá de lo que nuestros ojos ven.

Victoria camina sola en las calles en la noche, con su mirada fija en un horizonte lejano y en la Luna, por supuesto que en la Luna. Las miradas van y vienen, pero ella sigue su camino, con un nombre en su corazón y tal vez con un rostro en su mente. Sus pasos son livianos y rápidos, sus manos están en sus bolsillos y un abrigo cubre su nariz y boca, abre con cuidado la puerta de su casa para no despertar a nadie, entra a su habitación y lanza todo a su cama incluyendo su abrigo dejándose una blusa sin mangas e inmediatamente el frío la abraza. Ve su teléfono y tiene decenas de mensajes de Gabriella y un par de llamadas perdidas.

Vio la hora, 11:45pm. Dudando un poco, decidió llamar a Adele.

Narra Adele.

Estaba sentada en un mueble hecho a medida bajo la ventana que me permitía sentarme allí, era de noche así que no era mucho lo que podía observar, por supuesto, podía escuchar el sonido de los carros que pasaban por la calle que daba al frente de la casa, pero yo sólo veía como el viento le arrancaba las hojas a los árboles del jardín, estaba cruzada de pies con mi teléfono entre las manos, la verdad era que si fuera por mí no estaría en mi casa ahora mismo, hubiese salido a conducir por la ciudad, amo ver la ciudad en las noches, me relaja y me inspira. Al final, lo último que quería hacer era dormir pero me debía a mi hijo y debía estar aquí para él, además mi cuerpo sí se sentía algo cansado.

Su nombre apareció en la pantalla de mi teléfono y el calor volvió a mis mejillas, me había avergonzado un poco escuchar lo que escuché hace unos minutos.

— ¿Todo hecho con Gabriella? — Dije respondiendo a su llamada. La escuché titubear.

— No estábamos haciendo nada...sólo...

— No me debes explicaciones, Victoria, sólo bromeo. — Interrumpo con descaro.

Esos silencios suyos conmigo se me van haciendo paisaje.

— Querías hablar, por eso te llamo, ¿Todo bien contigo? — Me preguntó y pude escuchar algo de ruido al fondo. — Lo siento, estoy cerrando la ventana de mi habitación.

— ¿Puedes ver la Luna desde donde estás, Victoria? — Pregunté con mi vista fija en ella.

— Sí. — Escuché el sonido de la ventana nuevamente, seguramente la había abierto nuevamente. — La estoy mirando justo ahora. Me encanta cómo se ve junto con el cielo estrellado. Es hermosa.

— Sí, es hermosa — dije. —De niña me gustaba ver cómo me seguía. Me gusta pensar en la luna como una especie de faro.

— Es una bonita metáfora. — Me respondió y no sé si en verdad le interesaba la conversación pero por lo menos es lo suficientemente cordial para fingirlo y seguirme el tema. — Para mí, la luna es un recordatorio de que siempre hay algo más grande y más poderoso que nosotros. Es humilde y majestuosa al mismo tiempo.

Only A Girl.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora