Capítulo 8.

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2 am en la madrugada.

Todos en casa duermen.
Yo aún no concilio el sueño.
Todos ya están soñando o quizá, hasta teniendo pesadillas.
Mi cuerpo y mente aún siguen activos.
El resto siente que la noche ya va a terminar.
Cuando en realidad, mi noche apenas empieza.
Me asomo a la ventana y no escucho más que la lluvia caer, me encanta ese sonido de las gotas chocando contra mi ventana que me arrullan.
Pero hoy no.
Hoy me aferro al pensamiento, no al sueño.

El día es corto para todo lo que debo pensar.

Me quedé allí en la ventana y encendí un tabaco, el humo espeso empañó un poco el vidrio.

Suspiré, y en este se me atravesó ella en el pensamiento, su risa se dejó escuchar en mi mente y volví a sonreír involuntariamente, y es que ya tenía claro que se volvería costumbre pasar mis días a su lado pero anoche, anoche...
Anoche conocí una faceta suya que no me imaginaba. Me agradó, por decir lo mínimo.

Puede llegar a ser tan divertida como la misma noche y se veía tan jovial y bella como la misma Luna. Por su forma de ser, imaginaba que era mayor que yo pero no, resulta que esa rubia es menor.

Hablamos, hablamos mucho, nos conocimos un poco más allá de su cara de mala onda en la empresa, me causó gracia que toda la noche evitó beber porque, según sus propias palabras, estaba a cargo de mí y debía traerme sana y salva a casa.

Cumplió.

— Espero que te hayas divertido Victoria, y espero que te vayas sintiendo más parte de la empresa y más parte del equipo de trabajo. — Me dijo girando en la última esquina antes de llegar a mi casa.

Iba hablándome de varias cosas al tiempo pero mi cabeza solo podía pensar en la forma en que conocía atajos en las vías malhechas de Tottenham, casi todo el camino me habló, excepto en el cruce que queda justo al frente del parque, allí hizo silencio. Un silencio sepulcral y una exhalación más pesada que la vida misma.

— Y llegamos. — Dijo soltando el volante y girándose a verme.

— Muchas gracias, Adele, de verdad siento mucho que tuvieras que tomarte la molestia de traerme hasta aquí.

— No hay de qué, espero te hayas divertido.

Media noche, con la Luna llena ahí, la luz del auto iluminando su cara, el licor recorriendo mi sangre, puedo jurar que nunca antes en mi vida vi unos ojos así, como los de ella, y no, no hablo sólo del color, todo el mundo en esta isla de mierda tiene ojos claros, yo hablo de la mirada, de la forma en que lo hace y de lo profunda que es, del rasgo de sus ojos, y bueno, tal vez también de los diferentes tonos de verde que adornan su iris. Es un espectáculo y quise que lo supiera, era necesario que lo supiera.

Es que si ella no se guarda halagos a lo que ve bello ¿por qué yo sí tenía que hacerlo?

— Que descanses y recuerda ir con menos prisa por la vida. — Me sonrió con los labios. — ¿Para qué correr si todos vamos a llegar al mismo lugar tarde o temprano?

— Prometo no correr de ahora en adelante. — Le dije dándole mi palabra.

Subía la ventana del auto cuando yo hablé de nuevo.

— Adele. ¿Alguna vez te dijeron que tienes los ojos que todo artista se muere por dibujar?

— Victoria, entra ya que no me voy hasta que no entres a casa. — Me respondió haciendo caso omiso a mi comentario. Sentí vergüenza, tal vez fui atrevida.

— Cuídate, esto no es un barrio para gente como tú y ya es tarde. — Le dije y su sonrisa se desdibujó mezclándose con algo de tristeza en sus ojos, y pensé que tal vez había dicho algo que no debía pero yo conozco mi barrio, conozco mi gente, conozco sus alcances y ella no pertenece a Tottenham.

Only A Girl.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora