Capítulo 31.

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Narra Adele.

— Penny, uhm, ya llegué a casa, muchas gracias por ayudarme... mañana paso a devolver el pantalón.  — Le dije en mensaje de voz inmediatamente llegué a casa.

— ¿Penny? — Preguntó Teresa apareciendo en la sala y encendiendo las luces. Al hacerlo vio el pantalón que cargaba en mi brazo, roto y ensangrentado. — Santo Dios, Adele, ¿estás bien? — Teresa intentó acercarse con una preocupación que fue totalmente genuina pero yo por inercia di un paso atrás. — ¿Qué pasó, mi niña?

— Estoy bien, no pasó nada. — caminé al patio trasero de casa mientras Teresa me seguía, extendí el pantalón detallándolo y realmente, ya no tenía arreglo. Lo tiré al cesto de basura no sin antes cruzar miradas con Teresa.

— ¿Cómo quieres que te crea que estás bien? Me quedé despierta esperándote porque se hacía tarde y no llegabas, llegas tarde, mencionas a esa señora, llegas con un pantalón puesto que claramente no es tuyo y el tuyo lo traes destrozado y con la parte de las rodillas lleno de sangre.

— Me caí. Es todo. No hay razones para preocuparse.— Respondí cortante.

— ¿Tiene que ver con esa señora?

— No, Teresa, no tiene que ver nada con ella. — Comenzaba a exasperarme con su inoportuna indagatoria.

— ¿Y entonces que hacías con ella? ¿Victoria te hizo algo? ¿Es eso?

Conté hasta tres en mi mente solamente porque no tenía la energía para discutir con ella, solté un suspiro pesado y la miré a los ojos.

— ¿Por qué Victoria me haría algo? ¿Tú te estás escuchando? — Pregunté con calma pero mi gesto no ocultaba mi verdadero sentir. —  ¿....Tu no te has puesto a pensar que tal vez lo que me hace daño está dentro de estas cuatro paredes?

— Has cambiado tanto en tan poco tiempo, Adele, pareciera que ni siquiera sabes que estás haciendo con tu vida y mucho menos con la empresa. ¿En qué te estás convirtiendo? — Preguntó Teresa con decepción.

— Está más que claro que en algo que tú odias. Por cierto, la empresa va de mil maravillas.

— Yo no estaría tan convencida. — Replicó y yo hice caso omiso.

Cambié mi ropa, pensé en destapar las heridas pero le hice caso a Penny quien me dijo que era mejor dejarlas tapadas hasta mañana. Cada que doblada mis piernas, dolían. Cerré mis ojos y vi su mirada sobre mí, los abrí de inmediato. Cerré mis ojos y sentí en mi piel su agresivo agarre, los abrí de nuevo. Una tercera vez los cerré y me sentí caer contra el pavimento de nuevo, los abrí asustada. Mi teléfono sonó y era Victoria.

— ¿Por qué hay ciertos días en los que olvidas avisarme que llegaste bien? — Me dijo a modo de reclamo.

Porque en efecto, no había llegado bien, pensé.

— Lo lamento. De camino me encontré con Penny y terminé cenando con ella. ¿Cómo siguió Alexa? — Pregunté cambiando de tema abruptamente.

— Mejor, parece que ya se le pasaron las náuseas. Te dejo descansar, linda, que sueñes bonito, sólo quise asegurarme de que habías llegado bien.

— Victoria. — Le dije antes de que pudiera colgar. La necesidad de irme corriendo a ella, la necesidad de que fuera ella quien calmara mis preocupaciones me inundó el pecho e inundó mis ojos con lágrimas.

— ¿Sí? — Estaba segura que ya estaba en su cama, su voz se escuchaba adormilada y más ronca de lo normal.

— ¿Todo va a estar bien, verdad?

Only A Girl.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora