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Érase una vez

Érase una vez, en un reino muy lejano, gobernado por un sabio rey junto a su preciosa reina

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Érase una vez, en un reino muy lejano, gobernado por un sabio rey junto a su preciosa reina...

Ambos, tuvieron una hermosa bebé de cabellos rojizos, piel blanca como la porcelana, mejillas y labios rosados, y unos bellos ojos verdes que parecían esmeraldas, grandes y brillantes.

Los monarcas estaban encantados con el hermoso ángel que habían recibido, tal era su emoción que invitaron a todos sus conocidos y familiares más allegados de la realeza para presentar a la nueva princesa, a la cual llamaron Roseanne, quien sería llenada de bendiciones para una larga y prospera vida. Debido a esto, el reino entero de Emerald celebró a lo grande los primeros diez días de nacimiento de la pequeña princesa.

A la ceremonia de presentación asistieron familias nobles de otros reinos, cada una le dio a la pequeña un obsequio y bendición, entre ellos estaba el de su preciada hada madrina. La joven mujer de cabellos rubios y elegantes ropas blancas se acercó a la pequeña que reposaba en los brazos de su madre. Sacó su barita blanca y pensó que sería bueno darle a la niña.

— Veamos pequeña, ya tienes todo. ¿Qué puedo ofrecer yo para que tu vida sea feliz y llena de bendiciones?— colocó la punta de su varita en su barbilla, meditando. — ¡Oh, ya sé!— alzó su varita con un conjuro listo, hasta que de repente la sala del trono se llenó de un aire frío y tenebroso.

Los presentes palidecieron y algunos temblaron al ver a quien se asomaba. Una mujer de cabello oscuro como la noche, con las puntas de su cabello azules, y ropas de cuero negro entró al lugar caminando con una sonrisa altiva hacia los reyes, que la miraban con terror y preocupación por su presencia en ese lugar. La joven mujer se detuvo en medio del salón, mirando alrededor. En sus manos había sangre seca y tenía unas cuantas heridas en el cuerpo, como si hubiera estado antes en batalla.

— ¡Vaya! Que hermoso lugar, lleno de gente importante— sonrió de nuevo. — ¿Por qué no me avisaron de esto? ¿Acaso era tan difícil mandarme una carta con una paloma mensajera?

— ¡Morgana! ¿Qué haces aquí? — dijo el hada madrina con molestia.

Morgana alzó sus cejas fingiendo sorpresa. — Cierto, yo debería estar muerta en este momento.

El rey le hizo frente. — ¡Vete de aquí, no eres bienvenida! Vuelve a tu reino de la maldad. No te voy a permitir que arruines este glorioso día.

Morgana fue borrando su sonrisa, transformando su expresión divertida en algo tenebroso. —Tienes razón —se dirigió al rey—, no puedo arruinar este precioso momento. Pero, ¿ustedes si pueden arruinar los míos?

THE CURSED PRINCE, VOL. I (YoonMin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora