THE CURSED PRINCE, VOL. I (YoonMin)

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¿Quién lo hizo?

Ji Min miraba atentamente a Leo, ambos estaban en silencio dentro de la tienda. El mayor desviaba la mirada de vez en cuando con tal de no toparse con la del otro. Al cabo de unos segundos rompió el tenso y frío silencio, nervioso buscó las palabras correctas.

— Morgan...

— Dime que no es verdad, por favor...— susurró pesadamente.

Leo no sabía que decirle. —Lo lamento. Te prometo que buscaremos la manera de romper la maldición.

— ¿Y si no funciona? ¿Voy a morir?

Antes de continuar, uno de los guardias llamó.

— Alteza, debe ver esto.

Ante la petición del soldado, Leo no pudo negarse. Así que le pidió a Ji Min que se mantuviera dentro mientras él iba a revisar.

A pesar de que Leo le aseguraba que podrían deshacer la maldición, por dentro Ji Min sentía mucho terror y creía que eso no era verdad. No podía mantener sus pensamientos en orden, pensaba en una cosa y luego esa cosa venía acarreada de más problemas. Suficiente era con el ataque a su reino, y ahora cargaba con una terrible maldición que le iba quitando la vida poco a poco. Tenía miedo de no despertar un día y no haber resuelto nada.

— Tal vez nunca debí salir del castillo...— se dijo a si mismo entre sollozos. Se sentía como un pequeño niño aterrado e indefenso, perdido, que necesitaba de la protección de su madre.

Pero no estaba completamente solo. Unos pasos se escucharon, y luego como alguien se sentaba a un lado en su camilla.

Ji Min levantó la mirada y se centró en la persona que tenía enfrente.

Tae Hyung le dio una leve sonrisa y acercó su mano para limpiar las lágrimas de su amigo. — ¿Por qué lloras así? ¿Estás bien?

El peli azul no pudo evitar volver a llorar a mares frente a él. Tembloroso lo abrazó con muchas fuerzas, temiendo que la imagen que veía fuera sólo una ilusión.

Tae Hyung lo abrazó también para calmarlo y diciéndole que todo estaba bien.

...

Leo miraba los cuerpos heridos y cubiertos de sangre que sus hombres traían cargando. Eran sólo dos víctimas, un hombre y una mujer de mediana edad.

Le ordenó a su soldado darle información al respecto.

— Su alteza, encontramos a estas personas rio abajo cuando buscábamos suministros. Aún tienen pulso, pero están muy débiles.

— ¿Hay algún indicio que nos dé pistas de quiénes son?

El soldado sacó de su bolsillo un broche de oro con un emblema. Se lo entregó al príncipe para que lo inspeccionara más detenidamente.

— Si no me equivoco, este emblema pertenece a la familia real de Liriol.

Mientras, un soldado llegó a toda prisa al campamento y bajó corriendo de su caballo para darle las noticias al príncipe.

— ¡Su alteza! ¡Debe venir a inspeccionar esto!

...

Leo miraba la horrible escena que tenía enfrente. Los cuerpos heridos y cubiertos de sangre bloqueaban el camino y más adelante se veían las huellas de un carruaje que había caído al río.

Tragó grueso, sujetando el broche con fuerza. — ¿Cómo pasó? — recordó cuando escuchó rumores en Emerald de que la familia real de Liriol regresaría a su reino—. ¿Los emboscaron?