VI

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Peligro.

Nos habíamos alejado de la fiesta.

Los dos éramos conscientes de cual sería nuestra nueva vida, habría cambios que nos involucrarían a los dos, de pronto nos convertiríamos en esposos y seríamos los reyes de Winlet. No lo negaría la idea me seguía aterrando.

Mi prometido se había detenido en seco y miraba fijo el monumento, la pileta real que tenía tres partes, grande, de color blanco y agua totalmente oscura salía de ella.

Fue mandado a construir en el reinado de mi bisabuelo y era visitado por muchos turistas ya que se decía que aquella pileta podía conceder deseos, ¿Cómo? Eso era lo raro, el padre de mi abuelo dijo que la única forma de pedirlos era lanzando un objeto que sea importante para la persona que pida el deseo y así se cumpliría.

Adiram sacó algo de su bolsillo, curiosa, me acerqué a él un poco más y noté que era un pequeño soldado de madera que en una de sus manos llevaba una espada e iba arriba de un caballo. Lo miré extrañada, ¿No era muy grande para tener juguetes en sus bolsillos?

Soltó un suspiro pesado y lo lanzó dentro de la pileta, inmediatamente la figura se hundió, desapareciendo y perdiéndose en la oscura agua. Adiram cerró los ojos y permaneció así por unos segundos.

—¿Qué fue eso? —le pregunté.

—Pedir un deseo —respondió obvio, rodando los ojos.

Me sentí estúpida.

—Ya lo sé —le dije, molesta—. Tú no crees en esto, ¿Por qué razón?

Suspiró.

—Para que nuestro matrimonio funcione.

¿Sorprendida? Sí y mucho.

Jamás lo hubiera imaginado diciendo algo así.

—¿Crees que no funcione? —volví a preguntar.

Nos miramos por unos segundos, su expresión era distante y fría, había desaparecido la mirada burlona de antes.

Esperaba realmente llegar a sentir algo por él, no quería un matrimonio donde ninguno de los dos ponga de su parte y digan que todo estaba bien, quería un matrimonio como el de Stella y Antonio.

—Conociéndote... —dijo, formando una sonrisa—. Me la pondrás difícil, pero no imposible, así que, será interesante vernos fastidiándonos el uno al otro. La maldad y creatividad serán nuestras mejores amigas, ¿verdad, loca?

—Por supuesto que lo será —respondí—. Estoy lista para mostrar mi verdadera naturaleza.

Él empezó a caminar en dirección al jardín, lo seguí en silencio. La decoración les había quedado hermosa. Nos detuvimos en una banca, él se sentó sin decir nada y fijó la vista en los girasoles que no lucían tan bien.

Me mantuve de pie, mirando a ambos lados por si alguien venía, se suponía que deberíamos estar en la fiesta conversando, pero mi padre y su padre nos ordenaron a pasear por el palacio y así nos conociéramos mejor. Ya lo conocía lo suficiente y no me apetecía pasar más tiempo con él.

—Te extrañé, Lynette.

Los ojos casi se me salen de las órbitas al escuchar eso.

¿Mentir o sincerarme?

—Yo no.

Adiram volteó a verme, con el ceño fruncido.

Asentí.

—¡Un grillo! —exclamó.

Le temía a toda clase de insectos y por supuesto que Adiram lo sabía. Así que empecé a buscarlo, hasta caer en cuenta que no había un insecto y me encontraba sentada de culo en la tierra seca.

Rareza en el trono de la belleza [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora