IX

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Romance dulce o sanguinario.

Adiram Gilius estaba parado frente a nosotras, con su perfecta y coqueta sonrisa.

Mi paz mental se desvaneció, pero por un lado me sentí aliviada que no era el hombre con ojos de diferentes colores.

—¿Qué haces acá? —le pregunté, molesta.

Adiram sonrió con suficiencia y miró a Emma que estaba atrás mío.

No sabía que estaba haciendo aquí.

—Emma —la llamé y ella asintió, luego miré a mi prometido—. Él es Adiram, alias la bestia y Adiram ella es Emma, mi consejera. Ahora me vas a decir porqué estas acá.

Los dos se saludaron cordialmente, Emma hizo una reverencia y la bestia solo sonrió.

Debía reconocer que con ese traje se veía más atractivo que en el baile, llevaba una camisa blanca que combinaba con el saco negro que tenía encima y pantalones negros ajustados. Su cabello negro iba milagrosamente despeinado y le daba un aire rebelde.

—¿No puedo visitar a mi futura esposa? —cuestionó, con una sonrisita. Antes de poder responder apareció nada más y nada menos que Caspian.

Él iba con una camisa azul sencilla y pantalones negros, su cabello al igual que el de Adiram iba despeinado, pero todo en Caspian se veía bien e iba vestido con todo lo que su madre odiaba.

—Iremos a distraernos fuera del palacio —dijo Adiram, empezando a caminar.

Caspian lo siguió y salieron de nuestra vista.

Emma me miró ceñuda, ella tampoco entendía, pero al menos saldríamos del palacio una vez más. Sin decir una palabra salimos de la sala y nos dirigimos a donde habían ido los muchachos.

Al llegar al salón principal nos encontramos con la visita, los padres de Caspian, los de Adiram y los míos estaban en la sala de espera charlando como si nada. Mi padre nos vio salir y desde su lugar me guiñó un ojo.

Tuve que saludar a cada uno de los presentes y finalmente salir del palacio para encontrar a Caspian y Adiram con un par de caballos a sus costados, entablando una conversación que no logramos escuchar hasta que llegamos a su altura y ellos nos observaron.

—Tú iras conmigo y Emma con Caspian —indicó la bestia. Miré al caballo—. Vamos, sube. No te va ser nada o ¿le tienes miedo?

—Por supuesto que no.

La bestia me ayudó a subir al animal que ni siquiera se inmutó por mi presencia.

Miré a Emma y sonreí al ver que Caspian luchaba porque no sufriera ni un rasguño, que tierno. Pasado unos minutos los cuatro estábamos arriba de los caballos que cabalgaban tranquilos a algún lugar que ni Emma ni yo sabíamos.

—¿A dónde iremos? —preguntó ella, leyéndome la mente.

—Es una sorpresa, querida —respondió Caspian, concentrado en que no se cayeran.

El camino era tranquilo y silencioso, algunos gruñidos de parte de Emma o míos porque no nos querían decir a donde íbamos. El sol estaba en su máximo esplendor, pero aún así hacía frio.

El aire golpeaba mi rostro, pero lo disfrutaba, la naturaleza se veía hermosa cuando pasábamos por terrenos o campos repletos de flores.

Luego de media hora de camino los caballos pararon en una especie de granja o rancho, donde nos recibieron hombres que hicieron reverencia a todo el grupo. Emma y Caspian bajaron primero, el castaño le dio un par de monedas de oro al hombre con tal que cuidara a los animales y lo mismo hizo Adiram quien me bajó con cuidado, agarrándome de la cintura.

Rareza en el trono de la belleza [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora