Rareza en el trono de la belleza [✔]

VII

X

La familia real, los Relish.

Todos eran amados, respetados y admirados.

Cada palabra que salía de la boca de Aslan era ley para todos. Eran los reyes, las personas más importantes de Winlet que estaban por encima de todos y de todo.

Yo no los veía así, al contrario, no los respetaba y adoraba como lo hacían los ciudadanos del reino. Eran seres extraños, sin sentimientos y presos del dolor.

Los Relish eran todo menos buenos, de hecho, ningún ser humano era bueno.

La familia con la mejor mentira...no son más que unos trastornados.

Traté de no pensar en eso y me concentré en ver el cadáver que tenía frente mío. Su rostro completamente desfigurado seguía con la misma expresión, creyó que podría salvarse, pero la realidad es que yo tenía mejores planes.

Su sangre corría por todo el pasto, su cuerpo se dividía en dos y lucia como un muñeco desarmado. Cualquiera que viera la escena saldría asustado, corriendo e iría directo a llamar a los guardias, pero eso le quitaría la diversión a mi juego.

Miré a ambos lados.

La calle estaba vacía y no había ni un alma.

Ellos me pagaban muy bien por hacer diversión, me entendían y sabían que como yo no habría ninguno. Me esforzaba por tener la felicitación del jefe.

Ahora viene la parte más divertida.

Tomé el palo en forma de cruz y de mi bolsillo saqué dos clavos. Miré una vez más el cadáver de aquella mujer y lo estampé con fuerza en el palo. Sus cabellos ya hacían en el suelo, machaqueados y quemados. Posicioné el cuerpo para que se ajustara a la perfección y empecé a desamarrar sus manos para luego abrirlas de lado a lado cada una.

Cuando estaba listo, busqué el martillo en la bolsa vieja que llevaba y agarrando su muñeca, empecé a clavarla dentro de la madera. Escuché como algo se rompió dentro. No era malo, malo hubiera sido dejarla viva y que siguiera sintiendo todo ese dolor.

Después de unos seis minutos repitiendo el procedimiento, ya había terminado. Tiré de la cuerda y la cruz empezó a subir, dejando ver el cadáver completamente irreconocible. Mi trabajo estaba hecho y para que mentir, lo disfruté.

Me di media vuelta y me alejé del lugar.

Recorrí cada calle con paso firme, todo estaba desolado y muchas casas estaban alumbradas, el miedo los apresaba. Agarré el intercomunicador que mi jefe me había dado.

—Ya está hecho, señor —le informé.

Esperé unos segundos para que responda, mientras tanto me fijé en el castillo.

Una obra arquitectónica bastante hermosa, grande y moderna para la época. Conocido por muchos como "el palacio de las penumbras" Porque casualmente se encontraba en medio de un bosque y cementerio donde habitaban espectros aterradores o al menos eso decían las malas lenguas.

Ahí se podrían tener todos los gustos que uno quisiera, tendrías una vida resuelta, comer los mejores manjares de todo Winlet y por supuesto, estarías rodeado de mujerzuelas que matarían por pasar una noche contigo. Los Relish gozaban de tanto.

No negaría que Aslan era un rey sabio, el hombre manejaba muy bien el reino, pero como en todos los reinos siempre habría ciudadanos en el peldaño más bajo de la pirámide socialista. Lamentablemente yo era uno de ellos.

La mayoría de ciudadanos vivían bien ya que gran parte pertenecía a la clase alta o media por lo que siempre estaban rodeados de lujos y belleza. Winlet era un reino con una reputación bastante buena, era el primero en liderar la enumeración de los reinos más importantes de todo Europa.

—Bien. —respondió.

Tendría que volver a dar los detalles del asesinato de aquella mujer rica. Ahora ya no mataba a los de la clase media, el jefe no los consideraba importantes porque ahora los que importaban eran los de clase alta y la primera víctima fue la esposa de un conde, una mujer importante. Mañana estaríamos en los periódicos, claro, si podrían reconocer su rostro.

Seguía las órdenes del jefe, sin que sospechara que también había creado un plan.

Mi jefe no podría enterarse, de lo contrario me mandaría a la horca. Ese plan lo llevaría a cabo una noche, esa noche me haría respetar y no me volverían a pisotear nunca más. Un secuestro, un abuso o lo que fuera para tener dinero, quería algo más grande y lo cumpliría.

Sabía lo que haría esa noche porque lo había planeado y estudiado a la perfección para que no tenga fallos.

Esa noche cambiaría todo.

Me imaginaba la escena: ella suplicando por su vida mientras yo retaba a sus padres a buscarla, disfrutando verla desnuda y asustada. Su maldición volvería, pero esta vez más fuerte que la anterior.

Ella era tan bonita, perfecta para un hombre como yo.

Sonreí al recordar aquella noche en la que estuvo a punto de descubrirme, pero fui rápido y no sucedió.

Me encantaba jugar con su mente, viendo su temor aumentar más y más. Su dulce expresión de duda, incertidumbre y confusión me excitaban tanto que me veía obligado en no pensar en ella. La amaba.

Cuando la vi conversando con él, unos celos inmensos me cegaron que tuve que matar a un hombre, imaginando que era él. Ella le tenía aprecio, a pesar del tiempo, lo sabía por la forma en que lo miró.

Era curioso porque aquel aprecio yo se lo quité muchos años atrás cuando me encargué de él.

Caminé en dirección al hogar del odioso jefe, mentalizándome que solo unos días más y mi humillación acabaría. Juraba que lo disfrutaría y no podía aguantar las ganas de llevarlo a cabo porque la impaciencia me mataba.

Tenía un objetivo, una meta y un sueño.

Matar a personas me alegraba, me sumía en una creatividad maravillosa al asesinar de diferentes formas y crear escenas macabras, mismas que eran valoradas con las descripciones que leía en el periódico más conocido de Winlet.

Aslan Relish daría un discurso, donde hablaría al respecto de los asesinatos. Me preguntaba qué diría, que mentiras les haría creer a sus ciudadanos. En fin, eso no me importaba.

Saqué la hoja donde repasé lo que tanto quería.

Objetivo: Lynette Relish.

Plan: Mi creatividad volaría.

Esperaba que me recordase, sería emotivo volver a escuchar su voz.

Su voz suplicándome.

.

.

.

Bueno, que feo caso.

X es por ahora el nombre de un personaje que sabremos su identidad más adelante. Eso es todo.