XXII

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Palabras no deseadas.

—¿No había desaparecido, majestad? —preguntó Manu, acariciando el reloj que le acababa de regalar y luego me miró confundido.

Observé el rostro de cada uno de ellos, todos estaban con esa duda y me encanta crear cierto misterio entre mis historias. La mirada de Onyx era tranquila y confusa, pero traté de mantenerme serena y le sonreí con recelo.

Asentí.

—Para mí está muerto —respondí con sinceridad—. En casa no tenemos permitido hablar de él y tampoco de Stephen Relish porque son temas que afectan a mi madre y abuela, pero en realidad todos sabemos que Ameer está muerto porque nunca lo encontraron, fue como si se lo hubiera tragado la tierra, nunca supimos nada de él y bueno tampoco hay que estancarnos en el pasado, ¿no?

Todo quedó en silencio.

De alguna forma decir aquello me hizo sentir bien, había cargado con esa información tantos años y de repente el poder soltarla sin que te juzguen era un peso menos.

—Mañana será la misa de los dos, por si quieren más información —indicó Emma—. Ya déjenla en paz y vamos a comer lo que trajimos que muero de hambre.

Se giró hasta mí y meneó su cabeza para que la acompañara.

Manu nos siguió y los tres volvimos al carruaje para traer las pequeñas delicias de Winlet. Repartimos las cosas entre todos, poco después Emma prendió un vinillo para finalmente sentarse al lado de Onyx.

Las canciones que pasaban por el pequeño artefacto eran delicadas y más que todo era perfecto para el ambiente. Todos comenzamos a probar los bocados mientras que algunos contaban cosas interesantes frente a la fogata. Balam se sentó al lado mío, segundos después de que Norman empezara a contar que el futuro sería brillante.

—Dicen que te vieron con Adiram Gilius por la cueva de las luciérnagas.

Asentí.

—Veo que te divertiste y mucho.

—Por supuesto —respondí, sonriendo al recordarlo—. No me imaginé que existiera tal, es lo más bello que eh visto. Si alguien me lo hubiera descrito no lo creería. ¿Por qué estás tan pendiente de mí, Balam?

Él sonrío.

Agarró un mechón de mi cabello y se lo llevó a su nariz para olerlo.

No entendía porque tenía tanta fascinación en olerlo.

—Yo no te sigo, Lilith —me miró, formando una de sus retorcidas sonrisas—. No todo lo que se describe con belleza es bueno, princesa. Me encanta lo rubio que es tu cabello.

—¿Ahora eres poeta, pequeño diablillo? —le quité mi mechón y volví a prestar atención a lo que decía Norman.

—Soy un diablillo —susurró en mi oído—, y tú también, Lilith.

Negué.

Norman terminó de hablar y todos guardamos silencio, agarré la pequeña galleta de chocolate y me la llevé a la boca. Balam hizo lo mismo y sonrió mientras masticaba. Era difícil concentrarse con él observándome.

—Creo que la fiesta está aburrida y tenemos que alegrar el ambiente —dijo Emma parándose y caminando en la dirección del carruaje grande—. Nor, ¿Dónde están las canciones?

Su hermano se paró y la siguió. Manu dijo que iría al baño, haciendo que quedé sola con Balam y Onyx, los dos hombres que me ponían los pelos de punta.

Rareza en el trono de la belleza [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora