IV

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Escalofríos.

Estaba por colapsar.

Eran las cinco de la tarde y me encontraba en la habitación con mi consejera, ella arreglando algunas cosas mientras yo miraba la ventana, asustada. ¿Quién no lo estaría? Emma aseguró que el responsable detrás de esto era Caspian, que me estaba jugando una broma y que solo quería asustarme en venganza.

Las palabras de Damián diciendo que él era real me decían lo contrario, además mi primo no sabía nada y tampoco llegaría tan lejos...pero si ese hombre había escrito esa nota, no entendía que es lo que quería conmigo, ¿Por qué me estaba observando? ¿A qué se refería con "Tal vez nos veamos mañana"? ¿Acaso era alguien que conocía o esta noche estaría en el baile?

—Estoy que muero de aburrimiento —habló Emma, sacándome de mis pensamientos—. ¿Le molestaría si pongo música?

—Claro.

Una melodía resonó en toda mi habitación y luego vi a Emma levantar los brazos, siguiendo la música.

—Esta es la indicada —dijo, jalándome hasta donde estaba ella—. Es la que nos gusta. Baile conmigo.

Dudosa, asentí y la seguí

—All the other kids with the pumped up kicks. You better run, better run, outrun my gun. All the other kids with the pumped up kicks. You better run, better run faster than my bullet —cantamos al unísono el coro—. All the other kids with the pumped up kicks,You better run, better run, outrun my gun. All the other kids with the pumped up kicks. You better run, better run faster than my bullet.

Si esto fuera para siempre...me dije a mi misma.

Cuando la canción terminó, cada una volvió a su lugar.

Por cada minuto que pasaba me impacientaba más. Carruajes lujosos llegaban y de ellos bajaban mujeres con finos vestidos, hombres y jóvenes con traje. Todos con la esperanza de conseguir esposa o conseguir un reino.

Moría de nervios al pensar en mis dos problemas, por un lado, la nota que me tenía con los ojos en todos lados y la otra al pensar que mi esposo sería un hombre despreciable.

—¡Ya está! —exclamó Emma de repente—. Justo a su medida.

Miré el vestido azul que portaba.

La pelirroja colocó un collar de diamante del mismo color que el vestido, verificó que los pendientes estén bien puestos y luego me maquilló, arreglando las partes que según ella no se veía bien para finalmente cepillar mi cabello.

Cuando terminó, volví a mirarme en el espejo, apreciando cada detalle mío, llegando a la conclusión que el maquillaje transformaba a las personas. Mis ojos ya no lucían cansados, no había esas pesadas ojeras, al contrario, ahora mi rostro tenía vida.

Emma tenía su brazo derecho descansando en mi hombro. Al contrario del mío, llevaba un vestido rosa, pequeño, que enseñaba las piernas y se le veían los hombros, no era permitido, pero como ella no era la princesa podía vestir como quisiera o al menos eso es lo que le dijo mi padre.

Suspiré.

—No quiero hacerlo —le dije, apretando mis manos con fuerza—. ¿Y si no le agrado? ¿Si quedo en ridículo en frente de todos?

Tenía miedo, miedo que mis pesadillas se cumplan, miedo de ese hombre, miedo de decepcionar a mi familia, miedo de que mi verdadero yo salga a la luz. El miedo había crecido conmigo.

—No lo hará, es una princesa fuerte que puede con todo —me dijo, colocando la corona de oro y diamante en mi cabeza para luego sonreírme en el espejo—. Puedes con esto, Lynette.

Rareza en el trono de la belleza [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora