XXXIX

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Aslan Relish.

Hace diecisiete años.

Marzo de 1763.

Mi hermano estaba muerto y estaba casado con la que fue su prometida.

La vida me había robado tanto que ya era el momento de robarle algo a ella.

Elina Le Coun't se paró frente mío, cortándome el camino. Alejé a los sirvientes y caminé a su lado. Los dos sin decir nada hasta llegar a mi despacho.

—¿Y bien?

Ella tomó asiento en uno de los sofás.

—Vas a tener lo que tanto querías, Aslan.

—¿A qué te refieres?

Elina sonrió.

—Adeena está embarazada.

La emoción se apoderó de mí y rápidamente salí del despacho para correr a la habitación de mi esposa. Al llegar no toqué, ni saludé, tan solo abrí esa puerta y pude verla mirando la ventana mientras acariciaba suavemente la cabeza de Ameer.

—¿Es cierto? —le pregunté, haciendo que su atención viaje hasta mí. Ella asintió con una leve sonrisa—. ¡Oh, un bebé!

Me acerqué a mi esposa y le di un abrazo.

—Espero que sea un bebé sano —deseó, despegándose de mis brazos para mirarlo—. Ameer necesitaba un hermano u hermana. No importa, esto me hace feliz.

Asentí.

—Seremos una familia completa —sonreí—. Nuestros hijos serán los príncipes más importantes de todos los reinos y lo fundamental, nos encargaremos de que tengan una vida digna.

—Esperemos que sí.

La vi cambiar de expresión.

—Hey —la llamé e hice que me mirara—. Ellos no pasaran lo que nosotros pasamos, ¿de acuerdo? Me encargaré de que seas y sean felices.

Suspiró y sonriendo puso mi mano en su vientre.

—Serás padre, Aslan.

—Tu madre, Adeena.

La besé en la frente mientras miraba a mi otro hijo.

El abrió uno de sus ojos y al verme sonrió.

—¡Padre, tendré un hermano! —exclamó emocionado y a los segundos su rostro cambió a una de preocupación—. Oh, ¿era una sorpresa? Lo siento, la arruiné.

—No, de hecho, ya lo sabía, tranquilo —calmé—. Sí, tendrás un hermano u hermana, ¿qué prefieres?

Ameer negó.

—No importa lo que yo quiera, no puedo ordenar algo que la naturaleza no quiera cumplir.

Sonreí.

Sin duda era su copia exacta.

Mismos ojos, mismo cabello y misma nobleza.

Eso no me gustaba, pero por Adeena, trataba de no hacerlo notar.

—Bien dicho, cariño —dijo mi esposa, acariciando su rubio cabello—. No importa si es mujer u hombre, lo querrás igual de todas formas, ¿verdad?

Ameer asintió.

Un guardia entró a la habitación, pidiendo que vaya al despacho de mi padre porque quería verme urgente.

Suspiré, poniéndome de pie.

—Padre.

—¿Sí?

Rareza en el trono de la belleza [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora