XXVIII

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Aslan Relish. 

El cuerpo de mi hijo ya hacía en un ataúd.

Lo miré una vez más y salí de la habitación donde lo prepararían.

Mi familia estaba destrozada.

Caminé en silencio por el pasillo, escuchando los rumores esparcidos por la servidumbre. Al llegar a la sala principal, Desmond pidió hablar conmigo y accedí, todos estaban en shock por el repentino descubrimiento.

Ya en el despacho, mi padre esperó que su pipa encendiera para mirarme. La misma mirada que me proporcionó durante toda mi vida: sin orgullo, sin cariño. Busqué un lugar en el cual sentarme.

—Lynette es una mal agradecida —comentó, tomando asiento en el sofá viejo—, es porque la educaste mal, Aslan. —me miró—. Ni eso pudiste hacer bien.

Traté de no hacerle caso.

—Iré hablar con los plebeyos —informé, desviando el tema—. Ellos necesitan una respuesta, al igual que nosotros.

—Aslan.

—Ya sé, padre, lo hice mal, perdón por no ser perfecto como él —le dije, poniéndome de pie—, no hace falta que me lo repitas como todas las malditas veces que hablo contigo.

Caminé hasta la puerta, pensando en lo que le diría a mi pueblo. La noticia nos había afectado a todos.

—Sabes muy bien que Stephen lo habría hecho mejor que tú.

Giré para verlo.

—Acabo de descubrir que mi hijo está muerto —le recordé—. Ten un poco de empatía, aunque sea en el funeral de tu nieto.

—Ameer, Ameer —sonrió—. Aslan, debes dejar de aparentar que eres perfecto. Te haces daño a ti mismo y a tu hij—

—No hables de mi hija —corté, intentando mantener la calma porque mayormente la perdía con él—. No te permito que hables mal de ella. Maldíceme, has y di lo que quieras conmigo, pero con Lynette —lo miré amenazante—, no te metas.

Desmond río.

—Es igual a ti —dijo—. Igual de inútil y débil que tú.

Apreté mi puño con fuerza.

—No me rebajaré a tu nivel —indiqué, caminando hasta la puerta—, porque yo no soy un monstruo.

Salí del despacho con la misma sensación amarga de todos los días.

Siempre fue lo mismo.

Karori me esperaba afuera, al verme, me rodeó con los brazos y sentí su perfume en todo mi ser.

—Como lo siento, hijo mío.

La miré.

—Tenía la esperanza, madre y ahora se ha ido.

Un guardia apareció delante de nosotros y me dio el pésame para después comunicarme que el pueblo esperaba una explicación. Sin tener otra opción asentí y lo seguí, dejándola sola.

Cruzamos la sala donde mi familia me esperaba.

Lynette no estaba por lo que deduje que estaba en su habitación con Emma. Adiram me dio el pésame y sentí tristeza al recordar las palabras de mi hija antes de salir corriendo de la habitación. Elina apareció sola detrás de algunos empleados.

Los guardias me condujeron hasta la puerta principal del palacio. Pude ver montones de plebeyos amontonados en el jardín que apenas nos vieron salir se creó un silencio en todo el lugar. No sabía que decir, era la primera vez que no me había preparado.

Rareza en el trono de la belleza [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora