XVII

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Lucizules.

Luces azules.

Millones de ellas.

¿Acaso estaba alucinando?

Era una cueva oscura que era iluminada por pequeñas luces azules, luces que recreaban una mini galaxia y que se reflejaban en la pequeña laguna oscura que creaba un caminito al costado de nosotros. Fascinada, observaba con detalle cada parte de aquel excéntrico lugar que parecía ser sacado de un libro de fantasía.

Esto realmente existía.

Me sentía en un mundo mágico, sin problemas, sin obligaciones, sin preocupaciones y sin ser yo, aunque sea una vez.

—Bienvenida a mi lugar favorito —me dijo Adiram, dándome palmaditas en mi hombro.

¿Impresionada? Sí.

—¿Qué son esas luces? ¿Esto es mi imaginación?

Él negó.

Me agarró de la mano y me condujo más adentro, pero al instante sentí algo frío rozar mis pies. Bajé la vista para ver agua, sí, agua, agua helada, muy helada.

Él ni se inmuto y empezó a sacarse los zapatos en silencio para luego dejarlos en la tierra seca, lo miré ceñuda, él sonrió. No sé qué es lo que quería hacer, pero me quitó las sandalias.

No iba a...

—¿Qué crees que haces? —le pregunté—. Hace frío y esas aguas deben estar sucias y—

—¿Miedo? —preguntó con burla—. Vamos, no te va pasar nada, además estás conmigo y es como si estuvieras con dios.

Lo maldije en mi mente.

Me quité su saco para dejarlo al lado de sus zapatos y mis sandalias. El frío me invadió de nuevo. No sé cómo acabaría esto, pero era claro que Adiram estaba mal de la cabeza y que yo le seguía el juego.

Felizmente la laguna no estaba honda, apenas me llegaba a la rodilla

—Si me enfermo tú pagarás las consecuencias—pequeñas gotas mojaron mi vestido y una risa traviesa resonó entre la cueva—. ¡Adiram! ¡¿Pero qué...?!

Pero él siguió mojándome con gotas cada vez más y más grandes.

Hice lo mismo con más intensidad que él, pero parecía que no le interesaba mojarse porque se reía más. Todo eran risas y más risas hasta que perdimos el equilibrio, quedando empapados los dos.

—Creo que fue suficiente —dijo riendo.

Estábamos mojados de pie a cabeza.

Lo miré, molesta, ¿Cómo volveríamos al palacio en estas condiciones?

—Tranquila. Ven, necesito que veas esto.

Suspiré y lo seguí.

Nos adentramos más en la laguna hasta donde las luces azules brillaban en su máximo esplendor. Cuando estuvimos tan cerca de ellas pude ver que eran unos pequeños insectos que en su parte trasera tenían una luz azul. Eran luciérnagas.

Había millones de ellas y me cuestioné como un animal tan chiquito podría iluminar algo tan grande como una cueva. Por su parte Adiram agarró uno y lo acercó hasta mí para poder observarlo mejor. Era un insecto feo, con una anatomía asquerosa, pero eso no importaba ya que lo que la hacía hermosa era la luz azul que ella misma creaba.

—Es un titiwai —comentó Adiram, mirándola—. Bueno, su verdadero nombre es Arachnocampa luminosa...es un mosquito que en su estado larval emite luz, así como las luciérnagas. La bioluminiscencia en su abdomen está diseñada para atraer a sus presas, como resultado da una reacción química entre la encima luciferasa y una pequeña molécula de luciferina, por eso crea una luz tan hermosa como esta.

Rareza en el trono de la belleza [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora