XLI

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El final que siempre quise. 

Mi alma pesaba de dolor.

Estaba rota, expuesta y me sentía la mujer más estúpida del mundo.

—Perdón, Lynette...todo...todo...fue...para...protegerte....

Estaba de pie, ante tal mentira.

Todo lo que había pasado en este día, el día de mi boda.

Todas esas personas.

—¡Cállate!

—¿Qué acabo de...hacer?

—No hiciste nada. Estarás bien, ¿de acuerdo?

Ellos se mantuvieron de pie, delante mío.

Ella abrazándolo por la cintura.

Volví a mirar esa mentira.

Repasé en mi mente las últimas palabras dichas.

—¡Lo odio, no sabes cuanto lo odio! Yo no quería, de verdad que no.

—Shh, lo sé.

¿Qué sabes?

Silencio.

Él se tranquilizó.

Ella pudo respirar.

La otra mujer seguía en shock por lo que acababa de presenciar.

Yo me mantuve quieta, mirando todo.

Esto debe acabar hoy.

Sabía que en cualquier momento saldría, me tomaría y acabaría con todo.

Yo no quería luchar, estaba cansada.

"Lo hice por ti, porque te amo y siempre serás lo más importante en mi vida"

Quería creer eso.

Pero, siempre hay peros en algo tan lindo como los sentimientos de una persona, nada es perfecto y si lo era, siempre se destrozaba.

La confesión.

Escuchar esas palabras me hundieron, un nudo en mi garganta se formó, la decepción se apoderó de mi ser y la esperanza de que algún día mi sueño se hiciera realidad desapareció, ¿esa era la cruda verdad?

Miré al hombre que ya hacía tirado en el suelo, con sangre por todas partes de su cuerpo y con los ojos abiertos. Sentí decepción, enojo y tristeza al mismo tiempo que era provocada al descubrir que toda mi vida siempre fue una mentira, una dolorosa y asquerosa mentira. Ellos lo hicieron.

La mujer lloraba desconsoladamente y estaba arrodillada ante los pies de él, esperando a que haga algo.

Tienes que hacerlo.

La voz que ya conocía resonó en mi cabeza haciendo que lo observe, éramos dos seres expuestos ante tal mentira.

Te mintieron, te usaron y te obligaron.

Volví a la mujer, la observé con un sentimiento de asco y enojo. Ella bajó su mirada para enfocarse en el hombre que seguía en el suelo, llevó sus dedos temblorosos a su cuello, esperando que aún haya algo de vida en él, pero no mostró nada, estaba muerto.

Ella empezó a susurrar palabras sin sentido, que se escuchaban por toda la sala y luego volvió su vista hasta él.

Los humanos son muy ruidosos, nunca se callan, siempre se quejan, siempre suplican por sus asquerosas y repugnantes vidas...creyendo que con mentiras y excusas podrán salvarse de la muerte.

Rareza en el trono de la belleza [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora