"Si estoy en un sueño despiértenme porque no presté demasiada atención en la clase de historia."
Ese era el pensamiento de Rosalie Jackson cuando despertó en una época bastante lejana a la que ella estaba acostumbrada. Para colmo en el cuerpo de otr...
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Aᴅɪᴇᴜ Mᴏɴ Aᴍɪ
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— ¿Qué crees que sea tío? — pregunta la mujer acariciando la cabeza de Dominic.
El corcel seguía de pie, pero su cabeza parecía que colgaba de su cuello, como si lo estuvieran jalando desde abajo.
— Bueno; la ceguera fácilmente puede ser producto de la edad. — respondió el mayor aún revisando al animal. — Lo que me desconcierta son esas lagañas. He trabajado con estos animales toda la vida y nunca he visto alguna enfermedad que les provoque lagañas con sangre. — explicó pasando su mano por la frente.
— ¿Puede ser una infección? Producto de no sé... alguna rozadura o que le haya caído agua sucia.
—Tal vez... Quédate con él un rato, iré a buscar algo para limpiarle los ojos.
Antoine se fue de la cuadra dejando a Rosalie sola con el caballo. Dominic comenzó a dar unos pasos atrás y luego se sentó sobre la paja. Rosalie lo miró con pena mientras continuaba con las acaricias.
— Todo estará bien pronto...
No lo quería admitir, pero sabía que nada en esa oración era cierto.
En poco tiempo Antoine volvió con trapos limpios y un frasco en las manos. El mayor humedeció los trapos con el líquido; le dio uno a Rosie y ambos comenzaron a limpiar los ojos de Dominic. El animal comenzó a echar su cabeza hacia atrás dado a la incomodidad. Antoine y Rosie intentaron calmarlo, pero se detuvieron al ver sus orejas dobladas hacia atrás.
Esperaron unos minutos para volver a limpiar los ojos de Dominic.
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𝕯𝖎́𝖆𝖘 𝖉𝖊𝖘𝖕𝖚𝖊́𝖘
— ¿Así abrazas a tu amado cuando se siente mal? — Rosalie suelta una exclamación al escuchar la voz de Meave en el establo. — No te preocupes, su secreto está a salvo conmigo.
— Meave... ¿Qué haces aquí? — preguntó Rosalie sacudiendo la paja de su falda y acercándose a la puerta de la cuadra.
— Solo vine para informarte que cambiaremos nuestro punto de encuentro. — avisó posando sus brazos sobre la puerta. — Hay que ir más allá del arroyo. La próxima vez que nos reunamos sabrás a dónde ir.
— ¿Entonces sucedió algo? Porque si hasta estamos cambiando de ubicación...
— No ha pasado nada que nosotras no deseemos. Solo no podemos quedarnos en un mismo punto todo el tiempo. No hay rastro de cazadores, pero nos encontrarían eventualmente.
