"Si estoy en un sueño despiértenme porque no presté demasiada atención en la clase de historia."
Ese era el pensamiento de Rosalie Jackson cuando despertó en una época bastante lejana a la que ella estaba acostumbrada. Para colmo en el cuerpo de otr...
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¿Dᴇʙᴇᴍᴏs Pʀᴇᴏᴄᴜᴘᴀʀɴᴏs?
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— Muy bien señoritas, eso es todo por hoy. — Meave dió por terminada la "reunión".
— Que tengan linda tarde, hoy me voy temprano. — se despidió Julia antes de irse.
— Meave, antes de que te hagas cenizas. — la detuvo Rosalie antes de que la mujer mayor se fuera y luego de que Julia se retirara. — Necesito preguntarte algo.
— Hazlo...
— ¿Por qué envenenaste a Dominic?
La pregunta le llegó por sorpresa a Meave.
— ¿Disculpa?
— Dominic, el corcel que murió hace una semana. ¿Por qué lo envenenaste? — volvió a preguntar tratando de mostrar el mismo semblante sin emociones que Meave.
Meave se quedó callada por varios segundos; tal vez debería intentar negar la acusación, pero como se quedó en silencio por tanto tiempo supo que había respondido la pregunta de la chica. Debía admitir que con la cara que Rosalie tenía ahora era como verse a sí misma en un espejo.
— Era un caballo viejo, descarrilado, ya era hora de ponerlo a descansar ¿no crees? — respondió la mayor comenzando a dar pasos para salir de esa parte del bosque.
— A pesar de su edad estaba muy bien antes de la ceguera y no tuvo ningún ataque errático desde que inició el año. Así que ¿Por qué matarlo?
— Rosalie yo solo aceleré lo inevitable. Puede que el caballo se veía sano, pero no eso no quita el hecho de que ya estaba desgastado. Ya daba problemas desde hace un tiempo.
Ambas escucharon pisadas cerca de donde estaban paradas y un ciervo se dejó ver entre los troncos de los árboles. Meave miró a Rosalie de reojo y extendió una de sus manos apuntando al ciervo. Los dedos de Meave comenzaron a contorsionarse mientras que una nube oscura los cubría.
El ciervo bramó de repente y cayó al suelo temblando por el dolor.
— ¡¿Meave qué haces?! — justo la reacción que la mayor esperaba de la contraria. — ¡Meave detente lo estás matando!
Y justo cuando la mano de Meave se cerró en un puño el animal dejó de moverse. Rosalie miró a la mujer con desconcierto antes de correr al cuerpo del ciervo. Meave volvió a esconder su mano bajo su capa y se acercó a Rosalie con paso calmado.
