Capítulo 4: Es una locura

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Corea del Sur, Suwon, Gyeonggi.
12 de Enero de 2021


   Me remuevo en la cama del hotel, es imposible mantener mi cuerpo completo luego de todo lo que ha pasado en tan pocos días. Mi mente se mantiene alerta todo el tiempo, Nicolás no volvió a llamar, no mandó más mensajes, el hecho de que este silencioso debería relajarme, debería hacerme sentir tranquila, pero es todo lo contrario, estoy asustada.

   Suspiro y me dirijo para tirarme encima de Sue, se queja entre sueños y yo quedo allí, descansando mis ojos de una noche en la que solo pude dormir dos horas, pero hoy ciertamente nos espera un lindo día para visitar la fortaleza y un parque lindo que hay aquí así que debemos levantarnos a desayunar.

—Fanny, sos super flaca, pero tus huesos pesan igual, quítate. —me rio de su quejido y comienzo a girar, como cuando te tiras de una loma, sobre ella—¡Fanny, salí! En serio, no seas mala, mi pobre espalda. —lloriquea y me levanto rodando los ojos.

—Estás viendo demasiados videos de Hyunjin, pareces su hija de lo dramática que sos. —levanta el dedo del medio y yo sonrío falsamente.

   Cierro los ojos pensando en un desayuno normal para nosotras, nunca en nuestra vida comeriamos ramen a esta hora de la mañana, simplemente imposible.

—Tengo hambre. —mi hermana se queja, levantándose como un muerto viviente de la cama y caminando al baño.

—También yo, cambiate y vayamos a ver que podemos desayunar de normal.

   No necesito más palabras para que se mueva con mucha más agilidad que la de un perezoso emocionado.

***


   Me recuesto en la mesa del restaurante, me duele el cuerpo, algo que es gracioso ya que toda mi vida he bailado, pero buscar algo para que mi hermana vegetariana coma es estresante, ahora te entiendo mamá.

—Quiero medialunas. —mi voz sale amortiguada por la mesa.

—Yo quiero mis milanesas de soja, voy a volver como un palito, solo hemos podido encontrar que pueda comer arroz y fideos, mi nutricionista va a matarme, pero es que a todo le ponen benditos animales. —lloriquea.

—Mamá va a matarme cuando volvamos. —me reincorporo cuando siento a alguien caminar, será que mi desayuno de frutas me devuelva la vida.

   Mi copa de frutas brilla como el mejor manjar del universo frente a mis ojos, es simple la mejor comida en las últimas veinticuatro horas, pero mi bolsillo claramente duele.

—Ni siquiera quiero imaginar cuanto cuesta eso.

—Se come mejor cuando no se recuerda el precio, así que cerra el picó porque te voy a meter el yogurt por las orejas. —Sue me saca la lengua y yo la ignoro continuando con mi preparativo para comer.

—Fanny, ¿esta todo en orden? —levanto la vista de mía frutas y le sonrió.

—No hay nada de lo que debas preocuparte Sue, tranquila. —ella se muerde el labio disgustada con mi respuesta.

—Es él, ¿cierto? —no contesto y suspira negando—Me lo imagine, es la única persona que puede arruinar tu humor para mal, ¿Sabes? Nunca me agrado, te veías tan triste con él, tan apagada, solo ibas de la universidad, al trabajo y del trabajo a danza, me preocupaste, pero ¿me ibas a escuchar si te decía algo? No, porque te había lado el cerebro ese idiota, se cree más importante solo por tener dinero cuando es solo un imbécil más.

—Sue, la boca. —ella rueda los ojos.

Hablo en serio Fanny, mereces mucho más que él, sé que le tienes pavor a los hombres en cierto caso, pero no creas en nada de lo que ese tarado te dijo, vas a terapia, trabajas, vives sola, bailas como los dioses, no necesitas de él ni de nadie, pero mereces ser amada como corresponde, no te olvides de eso, tendré dieciocho años pero no soy tonta. —hago un puchero ante sus palabras.

Café por casualidad (Bang Chan, Stray kids) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora