Capítulo 8.- Asesina (parte 2) / Un asesino en Lakewood.

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"Reza un dicho árabe, que sí quieres morir, debes lanzarte al mar; si en poco tiempo te ves luchando por tu vida, entonces no querías matarte a ti mismo, solo a algo que había dentro de ti". ¿Entonces como matas algo que está dentro de alguien sin eliminar a esa persona?

─Idiota, no tienes permitido hacerle daño, ¿Acaso tienes idea de con quienes estamos tratando? ─ a pesar del llamado de atención, su voz no pareció enojada, era pastosa, quizás algo somnolienta.

... este paciente es uno de los sujetos que nos darán mejores ganancias; ¿Le colocaste los electrodos?

─Hee. ─asintió el gran hombre, denotando con su sonido algún trastorno del habla, sin embargo, fue entendido a la perfección, por el doctor que inspeccionaba a Elisa; ya la habían colocado en una camilla de metal junto a varios aparatos bastantes rudimentarios.

─Bien, vamos a comenzar con la sesión de hoy, con el procedimiento hemos desconectado suficiente materia blanca desde el lóbulo frontal y hoy aplicaremos varias descargas para continuar con la fase dos de tratamiento.

Una vez listos todos sus preparativos, ante el horror y protestas infructuosas de Elisa, a quien había amordazado, le aplicaron la primera descarga eléctrica, la cual, hizo que su cuerpo se convulsionara en un rigor general... Al cabo de 20 minutos donde se estabilizaron sus signos vitales, aplicaron una despiadada segunda descarga.

Justo en ese momento Dorothy recuperaba la conciencia para ver la atrocidad que se cometía con Elisa; se llevó una mano a su boca, mientras las lágrimas le inundaban los ojos, sin embargo, no pudo ahogar el gemido de espanto que le produjo la escena, lo que capturó la atención de los hombres.

─ Venga, acérquese y préstele atención a su señorita; ya estamos por terminar el tratamiento de hoy─ La chica no logró captar todo lo que esa voz desconocida le decía; hasta que lo escuchó por segunda vez ─ Que venga y atiéndale, ¿debo repetir todo?

Ante la mirada amenazante del hombre grande, Dorothy reaccionó, camino lentamente, sopesando para sí misma, los riesgos de no obedecerles; sin embargo, hasta agradeció la orden, porque quería estar cerca de Elisa, eso de alguna manera calmaba su instinto protector.

Mientras los hombres retiraban sus aparatos y depositaban a Elisa con sus músculos aun retorcidos sobre la cama; La fiel mucama fue presa de una indignación, y entró en un estado de concentración auxiliando a la mujer inconsciente, sin pedir permiso tomó del maletín de instrumentos aquello que le ayudase en su labor. El medico la miró con una sonrisa parecida a la satisfacción en el rostro.

─ Tenía razón la señora serás de mucha ayuda.

─ ¿De qué Señora habla?, entonces sí me han traído acá para cuidar a la Señorita Elisa─ aquello era la confirmación de sus reflexiones, no obstante, debía tratar de sacar toda la información posible.

─ ¿Por qué le han hecho esto a la señorita?, ¿Dónde estamos? ¿acaso no saben que ella es miembro de una familia poderosa?, ¡hasta podrían pagarles si nos dejan ir¡ ─ ofreció con un atisbo de esperanza.

─ shhhhh, tú no estás aquí para ofrecer lo que no tienes, eres una simple mucama y nuestros asuntos de dinero no te conciernen. No se trata solo de eso, le hacemos un favor a una vieja amiga, mientras que contribuimos también con la ciencia. ─ el cinismo en sus palabras rayaba en el descaro; sin embargo, fue el brillo en su mirada y la forma en que se relamió los labios lo que atemorizó más a la chica.

Sin duda aquel hombrecillo insignificante de lentes gruesos y manos delicadas en realidad estaba disfrutando del daño que le infringía a la paciente.

─ ¡Por favor déjeme hablar con esa señora que menciona, seguro esto es un error y yo podría convencerla ¡─ rogaba de nueva cuenta llorando con desesperación.

ASESINA (II) / UN ASESINO EN LAKEWOOD.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora