Asesina (parte 2) / Un asesino en Lakewood. Capítulo 20.-

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Cinco chiquillos corrían como si satanás los persiguiera, los dos delincuentes al escuchar el ruido que les hizo alejarse, sin saber, de donde estuvieron a punto de descubrir a Dorothy; habían emprendido una cacería cuando los vieron huir. La providencia se había valido de esos inquietos ángeles para lanzar la piedra y darle así una oportunidad a Terry de rescatar a las mujeres.

El bosque en oscuridad, las piedras, el lodo y los recovecos que se formaban con las sombras de los árboles, les ayudaban un poco para desorientar a sus persecutores; pero los ojos casi salvajes de Boris no les daba tregua a los chicuelos. 

Fred, tomó a "el roto" y lo subió a su espalda para protegerlo y que este no fuese presa fácil por su incapacidad; mientras que, Charlie y Ben, haciendo uso de sus tácticas callejeras, que tan bien tenían aprendidas, corrieron en distintas direcciones para separar a los criminales.

─ ¡No los pierdas Boris!! ─Los hombres estaban furiosos porque los chicos los habían visto y si los dejaban escapar podían avisar a las autoridades.

Los sagaces niños hacían maromas entre la espesura de la noche, las peripecias de los pequeños tenían al medicucho en medio de torpes intentos y a Boris cayendo de rodillas cada tanto; no obstante, en uno de los bruscos movimientos que tuvo que hacer Fred para no ser alcanzado por las manos del gigante,  "el roto" se le cayó y quedó a merced de los atacantes en el suelo, por lo que fue inevitable, y quedó aprendido en poder de los criminales.

Con la mano en el cuello del infante, Borys lo alzó en vilo, mientras que el chico daba patadas en un vago intento para soltarse, Fred al ver aquella violenta escena, sin pensar siquiera, se aferró a la pierna del gigante, golpeando y mordiendo para liberar a su pequeño amiguito; Ben y Charlie no necesitaron más señas y también se lanzaron en feroz e inútil ataque hacia el hombre que sacudía sus extremidades al aire tratando de quitarse de encima a esa molestas "garrapatas" que se sujetaban con uñas y dientes. Trastabilló tal como el Gullivert de Jhonathan Swift, y los pequeños liliputienses fueron despedidos por el aire.

El caos de la escena y la inminente cercanía de los oficiales, trajeron de vuelta la prudencia del  médico, quien ordenó a Borys, abandonar la infructuosa confrontación y correr, escapar por su bien; sabían que, si eran capturados sus esfuerzos por "la ciencia" y su recompensa monetaria estaría perdida, sin mencionar su libertad. Luego buscarían la ocasión para vengarse de esas molestas criaturas, asi que emprendieron su huida.

Tan solo unos momentos después llegaban al sitio los oficiales junto a Miller y Hartson, encontraron a los infantes tendidos aún en el suelo, intentando recobrarse; con el lodo hasta las orejas, pero satisfecho de haber logrado liberar a su amigo, Fred les indicó el camino a seguir, el grupo se volvió a dividir, algunos de ellos siguieron el sendero con linternas y perros de caza tras los hombres; mientras que Hartson se quedó con unos de los guardaespaldas para revisar a los chicos.

─ ¿Están todos bien? ¿explíquenme que ha pasado aquí?

Exaltados por el duelo que acababan de esgrimir ante tan malvados contrincantes, al unísono empezaron a emitir gritos, con los que intentaban responder lo que les preguntó el abogado; dada la gritería, se escuchó la voz potente del hombre.

─ ¡Silencio! ¡Cálmense!, ya me explicarán lo que ocurrió, solo quiero saber si todos están bien.

─ Sí, señor, yo estoy bien, ─ dijo Fred, repasando con la mirada a sus secuaces, quienes indicaban lo mismo, Charlie y Ben, aunque con las pompas adoloridas estaban sanos; fue en ese momento que todos repararon en el más jovencito que acostado de espaldas e inmóvil en el suelo, contestaba.

─ Estoy bien, yo estoy bien, pero ayúdenme a levantar porque no siento mis piernas...

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ASESINA (II) / UN ASESINO EN LAKEWOOD.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora