Asesina (parte 2) / Un asesino en Lakewood. Capítulo 21.-

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El doctor Leonard y Candy, de inmediato, se abocaron a socorrer al niño. Para asombro de todos el medico ordenó que fuese colocado en sobre una mesa y no en una cama, como era de esperarse; así que, ella abrió las puertas del estudio y con unas toallas, le estabilizó el cuello rápidamente. 

Enviaron por el especialista, pues de este dependía la decisión de trasladarlo o no a la clínica en aquellas condiciones. Las enfermeras y el doctor no se daban abasto, con tantas personas por atender, a pesar de cada mujer dentro de la mansión les apoyaba; el galeno lo habia decidido, apenas amaneciera, tendría que enviarlos al centro de salud donde contarían con las atenciones necesarias, o al menos lo haría con los casos más complicados.

En la cama de la habitación principal, Victoria frotaba con fuerza el cuerpo de Albert, le apretaba fuerte las manos, y de tanto en tanto le abrazaba como desesperada, pues los pequeños movimientos de Albert, cada vez se hacían más ciertos, más firmes, ¡él estaba luchando!

La joven no perdía las esperanzas, le hablaba y hasta le pellizcó fuerte, logrando un quejido débil en el rubio. Cuando el comenzó a emitir palabras sueltas y movió el cuello de un lado a otro, supo que estaba a punto de lograrlo. ¿Cómo habían llegado hasta allí?... Pues, luego de ese primer movimiento en la mano de Albert, con el cual, abrazaba a Victoria como para que no se levantase, la chica se había embarcado en una desenfrenada carrera para hacerlo reaccionar, dos horas después de tortuosos pero efectivos estímulos estaban recuperando de a poco la conciencia del rubio.

Una vez que el médico hubo dejado a las otras cuatro personas atendidas y volvió a la habitación del patriarca, se horrorizó de encontrar a Clara de pie sobre la cama, ella estaba a punto de ponerse a dar saltos sobre el colchón, ya que estaba convencida de que él estaba a por abrir los ojos.

─ Solo un pequeño impulso, solo necesita sentir y lo voy a traer de vuelta al mundo de los vivos, puede apostar lo que quiera doc.

─ ¡Basta!, debe usted parar señora Thompson!!, es contraproducente, ¡además de inapropiado! ─ soltó el galeno, sorprendido e indignado de tamaño exabrupto.

La castaña al escuchar su falso apellido adivinó lo incongruente que pudo haberle parecido todo aquello a ojos de un tercero; como niña regañada se bajó de la cama y algo sonrojada, trató de explicar la bochornosa escena.

─ eee doctor, es que yo...es que él... él está reaccionando!─ encontradas las palabras recuperó la confianza. ─ Sí, está reaccionando, por favor ayúdeme, mire.

Y con esas palabras volvió a pellizcar el rostro del pobre Albert.

─ Señora, n...─ y la frase, cualquiera que el médico hubiese querido decir, se quedó incompleta al ver como el patriarca se quejó y apretó los parpados con algo de fuerza.

─Deme un poco de espacio, ¡y no vuelva a hacer eso!

Cogió su maletín y mientras preparaba algunos frascos y una larga jeringa, la chica exaltada continuó las explicaciones.

─ Es que ustedes no venían, hace más de dos horas que comenzó a reaccionar y yo no sabía qué hacer, les grité, les llame y nadie vino; yo no quería dejarlo solo, no podría dejarlo solo...no te dejaré nunca Albert ─ decía esto último volviendo a acercarse a la cama.

─ Debe de entender señora Thompson que allá afuera es un caos, tenemos varias personas más que ha traído su esposo en muy mal estado, hemos tenido que atenderlos a todos.

Victoria hizo caso omiso al reclamo velado que le hacia el doctor, pues al mencionar a su "esposo" lo hizo con un tono un tanto recriminatorio; lo importante de sus palabras era que había llegado más heridos.

ASESINA (II) / UN ASESINO EN LAKEWOOD.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora