Capítulo 16.- Asesina (parte 2) / Un asesino en Lakewood.

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Una figura se arrastraba entre el lodo, temblado de frio y miedo, pretendía esconderse entre los matorrales más alejados; torpemente avanzaba como buscando algo escondido entre las ramas y hojas esparcidas en el suelo del bosque. A gatas como un animal desesperado lloriqueaba encharcado hasta los cabellos, cuando el puntapié de una persona le alcanzó en las costillas.

Un quejido le produjo el aire al salir de su cuerpo, de inmediato giró dándose vuelta para caer de espaldas, eso fue lo que consiguió la segunda patada que acababa de recibir.

Al abrir los ojos y ver hacia arriba, no pudo percibir bien quien era el hombre que se abalanzó sobre él, propinándole fuertes y repetidos golpes, lo cuales no podía resistir, lloraba ahora abiertamente, los puños en su rostro no le dejaban siquiera tomar aire para pronunciar palabra alguna.

El único intento que hacía era tratar de ponerse en posición fetal para cubrir su cabeza, pero la fuerza o la rabia de su oponente era mucho mayor; contó tres, cuatro, cinco puñetazos para luego perder la cuenta de las veces lo habían golpeado, tal vez perdió también el conocimiento cuando otra patada le llegó al estómago e inútilmente boqueaba para respirar... Una sombra que apenas lograba ver tras la cortina de sangre que lo enceguecía, le estaba masacrando; trató de hablar, pero estuvo a punto de ahogarse cuando se tragó un buche de su propia sangre y algunos fragmentos duros que le rasparon la garganta, supo de inmediato que eran algunos de sus dientes.

No supo cómo ese hombre feroz que lo atacaba le dio unos segundos de respiro y se volteó al suelo para tratar de escupir los dientes y la sangre que se acumulaban en su boca; Sin embargo, pronto fue elevado cual marioneta para obligarlo a ponerse de pie, cosa que no lograba hacer, pues su cuerpo carecía de tono muscular. Golpeó su cabeza contra un tronco cuando fue arrojado al piso y fue hasta entonces que sus oídos escucharon algo de lo que le gritaba su atacante.

─¡Eres un cerdo, eres un animal, un insecto que no merece vivir!

─ No, no, no, por favor ─ era lo que intentaba decir, pero los cortes que tenía en los labios y la gran inflamación producida de forma inmediata en su boca, apenas si le permitieron balbucear aquello.

─ ¡Cállate! ¡O te cortaré la asquerosa lengua si es que, con ella, llegaste a tocar a esa chica, infeliz!

Los dolorosos puñetazos cual yunques comenzaron a lloverle otra vez y ahora sí pudo ver los colores negro y rojo, cuando la luz se le iba de los ojos, perdiendo el conocimiento por segunda vez.

Hicieron falta tres oficiales de policía, para lograr contener al siempre comedido y civilizado abogado Eduard Hartson, ya que estaba como en un trance de profunda ira contra la cuestionable humanidad de Neil Leagan. Por fortuna al ser sujetado por brazos y cuello, pudo ver a esa rata desmayado, entonces tubo un flash de conciencia y con gran esfuerzo pudo contener la furia que lo había invadido.

Miller le colocó una mano en el hombro cuando aún recomponía su respiración y en voz baja le dijo,

─ Yo hubiese hecho lo mismo...Tranquilo, nosotros no vimos nada y lo encontramos en ese estado ─ para luego elevar la voz y ordenar a sus hombres ─ ¡traigan a ese delincuente, lo quiero cantando apenas despierte!

─ Creo que debe verlo un médico, señor, se le nota bastante mal. ─ apuntó un oficial que se había agachado a levantarlo.

─ El médico está ocupado atendiendo a la gente decente, primero que hable y después recibirá atención médica ─ la molestia de Miller, aunque trataba de no hacerla evidente, se dejaba colar en las palabras que susurró para sí mismo, mientras daba vuelta para adelantarse a la mansión ─ maldito juramento a la constitución que en momentos así no me permite hacer lo que me provoca en realidad.

ASESINA (II) / UN ASESINO EN LAKEWOOD.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora