Capítulo 6.- Asesina (parte 2) / Un asesino en Lakewood.

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Aprovechando la lesión que tenía en su pierna, incorporó a su personaje de Wallas Thompson un bastón con empuñadura de oro que le ayudase a desplazarse hasta que estuviese recuperado; además, este instrumento quizás pudiese servirle más adelante, Bigote y barba bastante copiosa acompañados por un acento indescifrable completaban la caracterización perfecta; mientras, su supuesta esposa Clara Thompson, hacía gala de toscos modales recién aprendidos, lo que quizás hiciera un poco más creíble su actuación.

Mirándose en el espejo de la Suite donde se hospedaron; Victoria reconocía que a le estaba costando dejar de ser ella misma, si de algo se enorgulleció toda la vida, era de su originalidad, su personalidad tan única como molesta para los hipócritas de la alta sociedad; sin embargo, aquello no era falta de tacto u educación, solo era parte del desparpajo con el cual prendió a moverse en cualquier círculo social.

Sin ser consciente de ello, la periodista creó un personaje en su vida real, el que representaba cada día de su vida, con coraza dura, meticulosa y objetiva, punzante como avispa cuando detectaba una injusticia; no obstante, en el fondo seguía siendo la Victoria romántica, la victoria que creía en el amor, los nobles valores y la verdad. Por supuesto que creía en todo eso y más, pero siendo honestos, en las grandes ciudades no es lo que abunda.

Desde pequeña su padre le hablaba de la crueldad del mundo real, ella misma lo vio muchas veces viviendo en New York, pero fue en su juventud temprana cuando cansada de llevarse mil decepciones aprendió a desconfiar, a esperar lo peor de las personas, a no caer ante las lisonjas de los hombres, ni las envidias de las mujeres.

Ese caparazón duro con el cual no dejaba entrar a nadie, si bien, la protegía de la maldad, tampoco dejaba cabida a las personas correctas. Le sobraban dedos para contar a sus buenas amistades y para ella fue un aprendizaje sanador encontrar en la Familia Grandcheste-Ardlay personas tan valiosas.

Una vez finalizado aquel frenético juicio, donde la entonces novia de Graham e hija de Williams se jugó el pellejo, la familia completa se volcó en agradecimientos, bendiciones, buenos deseos e intenciones para con ella. Todos le demostraron verdadero cariño y eso había dado pie a que se hiciera asidua visitante de todos los eventos que organizaban. Llegó a especularse que ella estaba saliendo con uno de sus miembros, y para ser honesta había fantaseado muchas veces con ello.

Desde que se hizo amiga de Williams, ambos disfrutaban sus interesantes conversaciones; las puntiagudas observaciones de Victoria, le significaban al rubio, una manera autentica y diferente de ver la vida, lo cual, le enamoraba; en contrapartida la agilidad mental y el mundo que había recorrido Albert, le añadían muchas capas interesantes, que, con honestidad le atraían y mucho a la castaña.

Por meses se convirtieron en acompañantes regulares en los eventos del otro; al principio no parecían citas convenidas, eran solo el resultado lógico y espontaneo de querer compartir cada momento entre ellos. Hubo una obra, propiamente una tragicomedia que se prometieron ver juntos, solo para reírse y criticar las incongruencias históricas y religiosas que el desventurado escritor-director no pudo acoplar en la representación; esa vez rieron tanto que ambos se detuvieron al ver su imagen reflejada en los ojos de otro, aquella felicidad que compartían no era producto de la casualidad. Reconocieron en su interior que les ocurría algo extraordinario, tan difícil de hallar en la vida y que debían atesorar.

Para Albert todo estaba dicho, debía actuar conforme a sus sentimientos y valores; siendo un hombre de convicciones firmes, se trataba de dar pasos certeros, nada de improvisaciones. Su plan era buscar el momento adecuado para declarar sus sentimientos a la periodista para poder hacer su proposición.

Ella, por el contrario, se llenó de cuestionamientos, entró en pánico, cuando pudo adivinar en los ojos de Albert que él estaba decidido a dar el siguiente paso. Hizo tantas maromas evitando el contacto visual, porque temía sucumbir a la evidente atracción que le producía el magnate; mientras que, ante la mirada de Williams esa candidez e inocencia que aparecía por primera vez en Victoria lo dejaba totalmente hipnotizado... supo que tras esa mascara fuerte y decidida, se hallaba una mujer capaz de ruborizarse ante el toque de sus manos.

ASESINA (II) / UN ASESINO EN LAKEWOOD.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora