Capítulo 9: La cueva oculta

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Jacais alcanzó su habitación y se echó sobre la cama con dejadez. Ya estaba cansado de estar en aquel lugar. Tan solo deseaba terminar con su misión recogiendo aquella maldita esfera y dejar todo atrás. Liberó un profundo suspiro. Era consciente de que el final estaba cerca, pero a la vez lejos. Había encontrado a Larbus, pero no a Jenni. Se sentía mal por dejar a la que fue su compañera tirada, pero tampoco podía hacer más. Tras todos aquellos meses desde el final de la guerra, los rebeldes mantuvieron la esperanza por encontrarla, pero Jacais la dio por muerta. Simplemente, se enfrentó a Lady Cunea y perdió. Fin de la historia. Ya estaba cansado de tanto sacrificio para nada. Poco a poco su respiración se fue ralentizando y sus ojos cerrando. Mañana va a ser un gran día.

- ¡Despierta, cenutrio! - Escuchó Jacais antes de ser golpeado con fuerza en la cabeza. Frente a él estaba Larbus ya preparado para partir. El joven, desorientado, observó al anciano por unos segundos, antes de echar un vistazo al exterior. - ¿¡Pero qué haces!? - Le volvió a gritar, amenazándolo con su bastón una vez más. - ¡Despierta y prepara tus cosas!

- ¿Pero qué ocurre viej... quiero decir, Larbus? - Preguntó el muchacho, ya más o menos ubicado en la escena.

- Pues que Amapolio nos ha convocado para llevarnos a donde sea y ya después podemos marcharnos de aquí. - Replicó. - El resto del grupo anda terminando de preparar sus cosas y tú todavía estás aquí durmiendo ¡Cenutrio! - Tras el aviso, Larbus abandonó la sala y se dirigió al exterior. Apresurado, Jacais revisó sus provisiones, las ordenó en su bolsa y le siguió.

El punto de reunión era enfrente del elevador que emplearon para llegar al palacio de Amapolio la primera vez que le visitaron. Ya se encontraban todos allí, incluido el monarca plantesh, que sonrió al ver al muchacho. Por mucho que tratara de ocultarlo, no era una expresión de alegría. Diría incluso que detectaba malicia.

- Saludos, humanos. Me alegra ver que han dado un nuevo voto de confianza en mí. - Comentó Amapolio. - ¿Ya estamos todos? - Tras la confirmación del grupo, un guardia plantesh apareció a las espaldas del monarca y se colocó a su lado. - Bien, síganme.

- Alto un momento. - Interrumpió Barus. - ¿A dónde nos estáis llevando? - El monarca se giró hacia el grupillo.

- Veo comprensible vuestra curiosidad. - Replicó. - Pretendo enseñaros uno de los lugares clave para nosotros, los plantesh: La cueva oculta. - El gesto de Larbus y Barus se torció al escuchar aquel lugar.

- ¿Lo conocéis? - Preguntó Val, extrañada.

- En lo personal, solo he escuchado rumores. - Dijo Barus, mostrando cierto rechazo hacia el lugar. - Se comenta que en ese lugar es de los pocos en toda Kasuta en el que existen las...

- ¡Por favor, caballero humano! - Exclamó Amapolio. - Le agradecería si no chafase al resto de sus compañeros, menos experimentados, las sorpresas que ocultan nuestros lugares de culto.

- ¿Es qué acaso pretendéis meternos en esas cosas? - Interrogó Larbus. El monarca negó con la cabeza.

- No tengo intención alguna de haceros daño o algo similar. Solo deseo que la veáis y ya está. De lo contrario, jamás saldréis de esta ciudad. - El plantesh mostró sus extensiones, amenazando al grupo. - Tan solo serán unos minutos. Después, serán libres como los pájaros que surcan los cielos.

- Está bien. - Replicó Larbus, indicando al resto del grupo que era seguro. Todos siguieron al soberano de aquella villa, en silencio a excepción de Triunis que seguía admirando las maravillas de aquellos bosque como si recién acabara de llegar.

El camino que tomaron no era nada especial. Los árboles dominaban el ya repetitivo paisaje de la zona. Vistas que fueron interrumpidas por un gran cúmulo de piedras que ocultaban un agujero en el suelo. Se trataba de un foso que, a su vez, ocultaba un sendero que llevaba más abajo. No parecía ser peligroso, pero aún así los miembros del grupo, a excepción de Larbus, retrocedieron.

Kasuta || La tierra jamás fundadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora