Capítulo 28: Aunque sea un solo arañazo

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En cuanto el joven abrió los ojos, se percató de que se encontraba de nuevo en el foso de sangre. No obstante, ya no le cubría hasta la cintura sino solamente hasta las rodillas, lo que facilitaba sus movimientos.

- Ésta vez vendrás conmigo. – dijo Hartks, ahora solo. – No puedo tomarme el lujo de perder el tiempo de esta forma tan ridícula. – Alzó su cetro y emergieron unos haces de luz que arrinconaron y retuvieron las articulaciones del joven. En el exterior, esto se materializó de forma que el cuerpo de Jacais comenzó a levitar, aunque sin ser él consciente de ello. Era como si se encontrara hipnotizado, la mirada estaba perdida y su piel comenzó a tornarse a un blanco sepulcral. Poco a poco, su piel pasaba a ser cada vez menos opaca, pudiéndose apreciar los vasos sanguíneos, dando al joven un aspecto cadavérico.

- ¿Qué me ocurre? – Se preguntaba en su mente. – Tengo miedo, pero no puedo moverme. ¿Es este el final? ¿De verdad, después de tanto, voy a morir aquí? – Delante de sus ojos comenzaron a pasar imágenes de su vida. Desde el inicio de su viaje con el ataque del Pelotón Dorado, hasta el momento en el que decidió bajar aquellas malditas escaleras, pasando por sus peleas con los pactados y el III y por todas las buenas personas que había conocido: Jenni, Jalgus, El capo, Melane, Amilia... - Tal vez... Sí que tuve que haberme quedado con ellas esa noche. – Pensó. – Quizás, la historia hubiese cambiado. La guerra no habría triunfado, jamás me hubiera entrometido en esto y, de alguna forma, llegar a ser feliz. – Tras esa conclusión, sus ojos comenzaron a cerrarse, se notaba cansado. Tan solo quería descansar un momento. Un golpe en su cabeza le despertó de sopetón.

- ¡Cenutrio! – Alcanzó a oír antes de abrir los ojos. En frente de él se encontraba Larbus, mucho más joven de lo que él recordaba. Pese a haber canas en su cabeza, no eran tan abundantes como en los tiempos actuales. Además, su cuerpo tenía mucha más masa muscular que el actual, defenestrado por el paso del tiempo. Ambos estaban en frente de la cabaña en la que creció en las Verdes Praderas. Pese a ser consciente de lo que veía, no era capaz de hacer lo que deseara, en otras palabras, es como si se tratara de una grabación que estuviera viendo en primera persona.

- ¡No es justo, viejo! – Lloriqueaba Jacais, que también era bastante más joven, entrando en la adolescencia. - ¡Siempre estás tratando de complicarme las cosas! Es como si trataras de matarme...– El anciano le volvió a golpear.

- Calla, pequeño cenutrio. Existe un motivo por el que te trato de esta forma que tú insistes en llamar cruel. - Replicó con rabia.

- ¿Y por qué? Si es que puede saberse.

- ¡Para hacerte fuerte! - Replicó de inmediato. - La vida sólo sabe hacer una cosa, dar golpes uno detrás de otro. - Mostró su bastón y lo acercó al muchacho, poniéndolo casi frente a sus ojos.- ¿Y sabes en qué momento es capaz una persona de ser mucho más fuerte? – No le dio tiempo a plantear una respuesta antes de que él mismo se auto satisficiera. – Cuándo se encuentra a punto de morir. – El hombre se apoyó en una roca cercana, cruzó los brazos, y continuó con su discurso. – Un día, cuando estés al borde de la muerte, por tus ojos se reflejarán momentos, personas, experiencias... En definitiva, recuerdos. Recuerdos que te impulsarán a continuar, aunque sea un paso más, aunque sea un solo arañazo. Y esos recuerdos son los que te permitirán luchar siendo quién realmente eres, y no lo que has fingido ser en vida. Si a ello le sumamos la resistencia y fuerza que te estoy transmitiendo, serás capaz de darle la vuelta a cualquier duelo. - Soltó una intensa carcajada, pese a la seriedad mostrada en un inicio.

- ¿Tú has estado cerca de la muerte, viejo? – Preguntó Jacais, sin terminar de entender el motivo por el cuál le estaba hablando de ello.

- Por supuesto, y algún día tú también lo estarás. – Le confesó, levantándose. – Pero, hay algo que ni tan siquiera el más fuerte de los guerreros ni el más sabios de los hechiceros puede derrotar: El tiempo. A lo sumo pueden evadirlo, pero nunca destruirlo. Y al final todos sucumbimos ante él.

Kasuta || La tierra jamás fundadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora