Capítulo 46: Ecos de un mismo pasado

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El grupo se internó en el monumento religioso, dispuestos a detener costase lo que costase al fundador de la dinastía de la sangre maldita y a sus aliados. La Torre Alzamiento se dividía en una serie de pisos, cada uno orientado a la veneración de una de las figuras divinas de Kasuta, comenzando claramente por las deidades menores. Conforme se ascendía por la misma, la importancia de la figura representada crecía, hasta llegar a la penúltima planta y la última, dedicadas a los dioses Pe y Va, creadores de la estrella Peva que recién había sido atacada. 

La primera sala que daba la bienvenida al grupo no era para nada exótica. Es más, era un simple escenario plano, tan sólo perturbado por unas escaleras de caracol existentes en el centro. En los alrededores únicamente habían estatuas de la divinidad y cuadros, representando a algunos de los dioses que conformaban la mitología del reino en momentos gloriosos. Aquel era el caso del dios Rockar, que aparecía creando los sistemas montañosos a su plena voluntad. Su figura era corpulenta, cubierta de roca y magma. En la obra alzaba su mano, a partir de la cual creaba un nuevo sistema montañoso de imponente altura.

- Vamos a las escaleras, ¿no? - Sugirió Sash, ignorando todo el decorado. Los demás estuvieron conformes y ascendieron por las escaleras de caracol, hechas de piedra y lo suficientemente anchas como para que cuatro personas ascendieran por ellas al mismo tiempo. Sin embargo, los escalones no alcanzaban a subir toda la torre. Es más, se quedaban en el piso siguiente, mucho más decorado con lámparas medianamente lujosas, candelabros y estatuas de materiales mucho más lujosos y brillantes, incluyendo ahora a más divinidades como a Curupeca, diosa de los animales y las bestias, acompañada de algunos animales que hacían de escolta de su creadora. La diosa era representada como una bella mujer que de cintura para abajo poseía cuerpo del artrópodo, con seis pares de patas, mientras que hacia arriba mostraba su lado "humano", portando una vara de reducidas dimensiones. Su rostro mostraba inocencia y dulzura, al contrario del resto de su cuerpo.

Jacais se dispuso a avanzar, pero Larbus interpuso su brazo para bloquearle el paso.

- Yerichi. - Susurró el anciano. En la sala no había nadie, al menos a simple vista. Pero, finalmente, su intuición no le falló, al descender un grupo de pájaros de plumas negras y ojos verdes, que envolvió al grupo. - ¡Destruidlos! - Gritó, creando un hechizo de viento que logró reducir en gran medida el número de invocaciones. Amilia hizo lo propio con su arma, llevándose por delante a algunos que estaban por liberar un hechizo de Castigo. Entre todos, lograron liberarse de las invocaciones, apareciendo el propio Yerichi en el camino que unía al grupo y los escalones a la siguiente planta. Su armadura, bastón y compañía de aquel tétrico pájaro de ojos púrpura eran señas insignia de aquel tipo.

- Me alegra que nos volvamos a ver, Larbus. - Indicó el miembro de los Pactados de Sangre, centrándose en su viejo compañero. - Como te dije, en esta ocasión no sólo intercambiaremos palabras.

- ¡Yerichi! - Exclamó rabioso Jacais. - ¡Me las pagarás por lo que hiciste pasar a Jenni! - Separándose del resto, preparó un hechizo de exploxion y se dirigió hacia Yerichi, pese a los gritos de los demás para que se detuviera.

- Era algo que se debía hacer. Me disculpo por ello, lord IV. - El Pactado de Sangre invocó un pájaro, de ojos color ocre, entre el joven y él. Al estar a una distancia prudente, la invocación aceleró hacia el exploxion y lo devoró, dejando sin utilidad alguna la carrera que Jacais había hecho. Este, sorprendido, no pudo ver como Yerichi le golpeaba con su bastón, dejándolo a un lado. - Y ahora, podemos hacerlo por las buenas o por las malas. - Yerichi apuntó con su bastón a Jacais, deslizándose su mascota de ojos púrpura sobre él para estar más cerca del retoño del III, adquiriendo una panorámica intimidatoria. - Vuelva con su grupo, o de lo contrario usaré mi sello de sangre para hacer lo mismo que le hice a Jenni. - Jacais, aún en el suelo, apuntó sus ojos llenos de ira primero al pájaro y luego a su dueño. Sabía que no podía hacer nada, pues bastaba al parecer con un simple sonido para que los que consideraba camaradas se convirtieran en enemigos. Resentido, bajó sus puños, se puso en pie y se dirigió junto a los demás.

Kasuta || La tierra jamás fundadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora