Capítulo 5: Cambio en el mando

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  - ¡Lord Zumalakarretash! – Exclamó un miliciano. – Tenemos a un sujeto que solicita hablar con usted. – Zumalakarretash, que se encontraba revisando la estrategia para recuperar terrenos perdidos en la guerra, se colocó su característica máscara de diablo sonriente y se giró al soldado. Su armadura mantenía las mismas características que en el conflicto que tuvo lugar hace medio año. Una altura imponente, con un traje cubierto por púas extensibles capaces de perforar huesos y armaduras. Bajo su capa, de un color rojo como la sangre, ocultaba sus dos armas insignias: Dos espadas flamígeras cuyas guardas tenían como principal característica extenderse y dirigirse a los puntos vitales de cualquier ser vivo considerado enemigo por su dueño.

- ¿De quién se trata? – Preguntó el general, ajustando su capa y extrañado. Era cierto que tenía prevista aquella orden para sus soldados en el caso de que Zfrasta desease hablar con él, pero la expresión del miliciano era digna de ser reconocida como la expresión facial del terror y el nerviosismo. Sus labios no paraban de agitarse y el sudor poblaba su rostro, ya demacrado por las extensas horas de sol que debe soportar en su puesto de guardia.

- No tenemos ni idea, pero asegura ser un Pactado de Sangre. – Replicó sin tiempo, pues Yerichi, oculto como siempre por su túnica azul oscura y acompañado de su mascota, ya había hecho acto de presencia justo en las espaldas del soldado, produciéndole un susto de muerte.

- ¿Quién eres? – Preguntó el general, apartando su capa y desenvainando sus espadas.

- No se preocupe, general. – Le susurró el encapuchado, tratando de rebajar la tensión. – Solo quiero una audiencia con usted. - Tras pensarlo un instante, el que fuera general del Pelotón Dorado aceptó la propuesta de aquel visitante. Había algo en él que le parecía lo suficientemente interesante como para al menos escucharle. Ordenó al soldado que le informó que abandonara la sala, pues prefería consultar asuntos importantes en privacidad. Ya ambos a solas en la habitación, Zumalakarretash apartó los planos y demás elementos que usaba para planificar y tomó asiento, invitando al encapuchado a hacer lo mismo. Una vez ambos sentados, comenzó la reunión. Yerichi fue el primero en tomar la palabra.

- ¿Cómo le ha ido tras ser el general del Pelotón dorado? – Preguntó, haciendo énfasis en el cargo del cuerpo.

- ¿Cómo sabes que pertenecí al pelotón? - Replicó, desconfiado. La auténtica estructura orgánica de aquella división solo era conocida por el monarca, los Pactados de Sangre y contados miembros militares del reino. Fuera quien fuera esta persona, debió de ocupar uno de estos puestos, o eso pensaba Zuma.

El encapuchado soltó una risa y acomodó su cetro.

- ¿Y a qué te refieres con ser un Pactado? - Añadió el general, moviendo con disimulo su mano derecha a la espada que guardaba en ese lado, por si era necesario llevar a cabo un ataque sorpresa.

- Simplemente, sé todo lo que se ha movido en este mundo. Hasta el más mínimo detalle, créame. – Hablaba mientras el pájaro posado en su hombro seguía el movimiento que realizaba su dueño. – Cambiando de tema, ¿Sabe usted de la tragedia que vivió lord Ishamaek III? En concreto, la primera. Debería haber hecho la concreción en primer lugar. – Aquel tema incomodó a Zumalakarretash. Él era todavía un soldado raso cuando transcurrió aquello y escuchó algún que otro rumor hasta que su antecesor en el alto cargo del pelotón dorado le confirmó lo sucedido años más tarde.

- Algo sé, sí. – Respondió finalmente, ya con la mano en el mango. Estaba dispuesto a atacar si consideraba al misterioso sujeto una amenaza para su causa.

- Bien. Eso nos ahorrará discusiones. – El encapuchado fue interrumpido.

- No pienso continuar con esto a excepción de que me demuestres ser un Pactado. - Pronunció el diablo sonriente. Pretendía aprovechar ese momento para acabar con la vida de aquel impostor, pues era consciente de que todos los Pactados del III habían caído en el anterior conflicto, al igual que los nobles. Fuera quien fuera, era ahora una molestia a la causa de Zfrasta.

Kasuta || La tierra jamás fundadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora