7 ❝ 𝐒𝐢𝐜𝐤 𝐏𝐚𝐫𝐭𝐧𝐞𝐫 ❞

126 18 1
                                    

— Para la próxima me gustaría que me hicieras caso cuando te advierto de salir sin un paraguas —ríe la coneja, mientras pasaba un trapo húmedo sobre el pelaje del zorro mayor, sonriendo de lado mientras lo veía tan casado y con el pelaje tan erizado, viéndose mal para otros, adorable para ella.    

— Y para la próxima me gustaría que fueras más insistente —habla con la voz gastada, entrecerrando los ojos, sintiendo aquel suave trapo pasar sobre su piel y pelaje, sin saber cuánto más podría aguantar estando sentado, con el cuerpo doliendole a horrores—, ¿Por qué es necesario bañarme de esta forma?      

— Estás muy débil para caminar, y ni siquiera puedes levantarte —explica, mojando nuevamente el trapo dentro de la olla de agua caliente a la par de ella sobre la cama—, eso... y realmente no me gustaría que tuvieras un accidente.

— Qué precavida —rió suavemente, cerrando sus ojos por completo, contento y cómodo mientras sentía la calidez del trapo mojarlo nuevamente—, en verdad, gracias Zanahorias.

— No es nada, tonto zorro —responde, acercándose a él para besarlo en la mejilla, aprovechando para pasar el trapo húmedo sobre su pecho.

El vulpino rojizo bajó sus orejas, sin saber cómo sentirse, odiando estar lo suficientemente débil como para no poder corresponder de la forma apropiada.

— Alza los brazos —pidió, con el mayor acatando la orden tanto como podía—. Gracias... ¿Cómo te has sentido de la garganta? ¿Hay alguna parte del cuerpo que te duela más que otra? —inquiere, mojando nuevamente el trapo para así pasarlo por las axilas del mayor, tallando con suavidad.

— La garganta está bien, aunque me duelen demasiado las piernas —suspira, tratando de mantener los brazos en alto tanto como puede, sintiendo cosquillas—. Aunque por momentos me arden los ojos... ¿Eso está mal?

— No lo creo —susurra, bajando los brazos del vulpino—, quizás solo tienes la vista cansada, es todo —le sonríe, haciendo a un lado las sábanas, mojando nuevamente el trapo para así pasarlo por sus piernas—. Sugiero que duermas tanto como puedas.

— ¿Segura de que tú plan siempre fue ser policía? —comenta el de orbes esmeraldas, viendo hacia el techo, con las manos posadas sobre su pecho— Porque... pudiste ser una buena enfermera —susurra suavemente, viéndola de soslayo, con una picara sonrisa.

— Si ayudar a mis más de doscientos hermanos y hermanas por años cuando se enfermaban me hace aspirante a enfermera, entonces... sí —rió, tallando con fuerza en la zona de las patas—, bien pude dedicarme a esa área si mi plan principal no funcionaba.

— Habrías sido una hermosa enfermera... —musita, cerrando sus ojos mientras se acurrucaba contra las almohadas detrás de su cabeza.

La menor de orbes violetas lo observa con cierta ternura, terminando con su tarea, dejando el trapo dentro de la olla, tomándola entre sus manos mientras se separaba de la cama, avanzando lejos de esta, cruzando el humbral que dividía la habitación principal con el pasillo hasta llegar a la cocina y dejar el mismo objeto sobre la encimera.
Minutos después volvió a la habitación, llevando un vaso de agua junto a la aspirina que ayudaba en la recuperación del depredador.

Para cuando llegó a la habitación lo vió dulcemente dormido, hecho “bolita” como todos los zorros cuando caían dormidos. Sonrió con suavidad, ruborizandose ante el hecho de verlo tan adorable.
Dejó la pastilla y vaso de agua en la mesita de noche a la par de la cama para después tomar las frazadas y arroparlo hasta el cuello, cerciorandose de que el frío no pudiera entrar por ningún lado, procediendo a cerrar las cortinas de la habitación para brindar un poco menos de claridad.

Besó su frente, depositando en ese beso todas sus esperanzas para la pronta recuperación de su amado compañero, acariciando suavemente sus orejas, esperando que cuando despertase se sintiera mejor.

Se alejó de la habitación, cerrando cautelosamente la puerta detrás de ella, avanzando hacia la sala para tenderse en el sofá y distraerse con las películas que podrían transmitirse en los canales por aquel día.

Aquella joven conejita debía admitir algo: por más amigos que hubiera podido tener a lo largo de su vida jamás se habría ofrecido por cuidar a uno de ellos en sus momentos más vulnerables... Quizás, esto ya hacia de aquel zorro alguien especial para ella.
Solo el tiempo lo diría.

Wild Hope ft. Nicudy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora