6 ❝ 𝐋𝐨𝐯𝐞 𝐋𝐞𝐭𝐭𝐞𝐫𝐬 ❞ [1800!AU]

165 13 1
                                    

La villa en aquel establecimiento rústico lejano a toda ciudad, rodeado de árboles frondosos y altos, entre pasto y viento silbante; vivía una abundante familia de conejos acaudalados que habían amasado su fortuna por los negocios granjeros de sus antepasados, viviendo a base de aquellas ostentosas riquezas de forma cómoda y casi hasta resignada, siguiendo una rutina de lecciones y labores en conjunto, en efecto, no eran nada diferentes a otra familia de siglo XIX.          

Sin embargo no todo en aquella villa plagada de tranquilidad y chismes era tan aburrido. Desde hace unos meses, quizás un año, una de las hijas mayores de la familia había recibido una carta aparentemente anónima.

Fue durante una mañana a inicios de primavera, aquella joven conejita de orejas erguidas y orbes violetas se encontraba practicando sus lecciones de piano junto a sus otros dos hermanos mayores; cuando apareció su madre en la habitación, llamando su atención mientras sostenía una carta entre sus manos, sorprendiéndola. Se había visto notablemente confundida ya que no tenía amigos o conocidos más allá de aquellos que no vivieran en su hogar junto a ella, por lo que nadie podía explicarse de dónde había venido aquella carta.

La joven doncella de aquel entonces pidió un tiempo a solas para si misma, leyendo la carta, apreciando la caligrafía y las palabras que yacían plasmadas con aquella tinta contra el papel, sorprendiéndose párrafo tras párrafo... sin saber de quién venían. La carta no tenía firma alguna, y eso era algo que la inquietaba.

Repetidas veces leyó el sobre, sin creer que realmente fuera su nombre y dirección los que estuvieran escritos allí, sin entender nada, buscando pistas al releer por horas la misma carta hasta caer rendida en cansancio.

Pensó entonces que quizás bien pudo tratarse de una equivocación, guardó la carta en uno de sus cajones y siguió con su vida, retomando su lugar y deberes en su adorada familia, olvidándose lentamente de lo ocurrido, pero... no sería tan sencillo.

Un mes más tarde de recibir la primera carta llegó otra, ésta vez fue ella la que la descubrió en el porche de su hogar, sorprendida.
El ciclo volvió a repetirse, tuvo un tiempo a solas para leer la carta párrafo por párrafo, estudiando las palabras que se encontraban plasmadas en aquel papel, sin saber qué pensar ante los sentimientos castos que le dejaban saber.
Nuevamente no hubo firma, nuevamente era su nombre y apellidos escritos en el sobre.

Optó por guardarlo junto a la primera carta, sin saber si tomar esto como algo serio o real, confundida hasta cierto punto.

La vida siguió su ritmo, nuevamente se olvidó de aquel detalle, pero el tercer mes llegó y fue imposible de ignorar.

Se había convertido en algo tan puntual como la misma hora del té, como el mismo cantar de un gallo, tan medido y tan oportuno como las notas en una partitura.

Las cartas no dejaron de llegar, mes tras mes aquel amante secreto se dedicaba a escribirle poemas, promesas y hasta pistas de posibles recuerdos de cuando la vió por primera vez, enamorandola lentamente de una forma inocente y a ciegas, penetrando aquel frío y centrado corazón, convirtiéndolo en algo suave y cálido, alegrandole los días, dejándola siempre deseosa por una carta más.

Aquella tierna conejita guardaba aquellos adorables secretos en una cajita de madera, mismo que si bien con anterioridad utilizó para guardar sus joyas bien era del tamaño perfecto del sobre de las cartas, convirtiéndolo así en su cofre de tesoros íntimos.

Mientras más pasaba el tiempo más se obsesionaba con el emisor de aquellos románticos mensajes, deseando saber cuánto antes su nombre y el de donde la conocía, sintiendo conocerlo sin tener la más mínima idea.

No fue hasta el invierno del segundo año cuando recibió una nueva carta, oculta entre la rama de los árboles desnudos a unos metros de su porche, misma carta que encontró milagrosamente al acompañar a sus hermanos menores en un paseo por el valle.

Una vez que tuvo la carta entre sus manos esperó a estar nuevamente en su hogar, disfrutando en lo posible del momento con su familia, sonriendo de forma cálida, disfrutando de este su último momento de santa inocencia.

Para cuando se encontró nuevamente rodeada de aquellas cálidas paredes en conjunto con la increíblemente intensa luz de los candelabros que colgaban del techo fue cuando se vió completamente dispuesta.
Se encerró en su habitación, aislandose del ruido de sus familiares, emocionada por lo que pudiera traer aquella carta en su interior.

Tomó el abre cartas, cortó el sobre por arriba y retiró la hoja, desplegandola, con su corazón latiendo con fuerza ante la emoción, misma que lentamente se fue apagando mientras más avanzaba en el texto que leía...

22/12/1823

Mi querida, amada, atesorada, grandiosa Judith Hobbs...

Desearía que este no fuera el final, pero no tengo poder o decisión de mi destino o de lo que me ordenan a hacer.

Agradezco a Dios que tú y tu familia se vean ausentes de los horrores de la guerra que ha estado azotando nuestra tierra, sin embargo, no descarto que hayan podido perder amigos o incluso haber escuchado historias de los horrores que se viven allá afuera de tu hermoso paraíso.

El enemigo es más fuerte que nunca y por ende no puedo negarme a prestar mis servicios en esta guerra.
No lo haré por la causa.
Lo haré por ti, porque deseo protegerte de los males que caerían sobre nosotros si no soy valiente como los demás que marchan con orgullo hacia el frente.

Deseo que si llegas a volver a saber de mí no sea por medio de un rumor o a base de lo que me hayan podido hacer en la guerra.

Si he de morir, créame, dama mía, que lo haré gustoso con el recuerdo de nuestra velada en aquel palacio, donde viniste con un vestido lila con adornos de oro, donde fuiste la única en hablarme e invitarme a bailar sin importarte que no fuera de familia de renombre como tú, donde me enamoraste sin hacer nada más que existir.
Créeme, que si he de morir, lo haré gustoso por esa noche, por ti.

Tengo esperanzas de que podré tener la suerte suficiente para volverte a ver en la siguiente vida, vida en la que planeo no ser un cobarde como ahora, vida en la que planeo pasar más tiempo contigo, vida en la que prometo encontrarte y protegerte sin misterios.

Me despido, por siempre tuyo, Nicolás Wiley.

P.D: Te deseo la mejor y más virtuosas de las vidas.”

Su semblante se fue oscureciendo tras leer cada palabra, tras avanzar párrafo tras párrafo, sintiendo sus ojos borrosos por las lágrimas que se habían acumulado en su mirar, destrozada tras entender todo.

Aquella firma, aquel recuerdo plasmado en letras le había dado la respuesta suficiente para resolver el misterio de una vez por todas.

Sí, ella lo recordaba, recordaba a aquel joven y apuesto zorro alto, bien vestido de marrón con detalles azabaches, lo recordaba a él y a la música del único vals que bailaron, recordó la paz que le brindaba mirarlo a los ojos, recordó todo y fue entonces cuando aquellas cartas tomaron más poder, peso, importancia en ella.

Las lágrimas comenzaron a bajar rápidamente por sus mejillas, haciéndola soltar la carta para desplomarse sobre el suelo, gritando y llorando ante la tragedia de vivir en un mal momento, de haberse enamorado de aquel que hoy partiría para jamás volver, odiandose, sin saber qué hacer.
¿Cómo era existir sin esperarlo al mes próximo? ¿Cómo se sentía vivir antes de él? ¿Qué debería esperar ahora? No volvería a saber de él, estaba segura de ello y eso no hacía más destrozarla.

Su corazón se cerró abruptamente bajo llaves y candados, blindado, cerrándose tras la despedida de su único y gran amor.

Jamás volvió a ser la misma, los años pasaron y renunció a todo compromiso con otros hombres, rechazando cada propuesta, cada reunión, dedicando su vida entera en releer las cartas de aquel amante, sintiéndolo cerca aún después de verse tan separados.

Ya llegaría el día en el que volverían a verse, en un mundo nuevo, en otras circunstancias, sin una guerra de por medio, sin miedos, sin rodeos.

Wild Hope ft. Nicudy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora