16 ❝ 𝐁𝐞𝐝𝐬𝐡𝐚𝐫𝐢𝐧𝐠 ❞

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— En verdad agradezco que me dejes dormir aquí esta noche —habla aquel zorro de pelaje anaranjado, sacudiéndose para quitarse el agua de la lluvia, erizando su pelaje—, realmente con este clima no habría podido llegar a mi casa.

— Descuida —musita la conejita, quitándose el chaleco de la policía para dejarlo sobre un asiento cercano al perchero—, está bien, estoy segura de que habrías hecho lo mismo por mí.

— Ni lo dudes... —responde, sonriendo de forma discreta mientras se quitaba la camisa abotonada, sacudiendola para quitar de esta la humedad— ¿Crees que tengamos tiempo mañana para pasar por una lavandería antes del trabajo?

— Seguro —afirma, desabotonandose la camisa celeste, quedando con su brasier blanco de encaje—, hay una a una calle de aquí.

— Perfecto —susurra, desabotonandose los pantalones para así quitárselos y dejarlos doblados sobre su camisa de oficial, dejándola debajo de la silla a la par del perchero—. En verdad discúlpame por mi aspecto —lamenta con cierta vergüenza, refiriéndose al hecho de que había quedado con su ropa interior azabache, escondiendo levemente su esponjosa cola entre sus piernas.

— No te preocupes, somos adultos, no hay nada raro en esto —explica, quitándose los pantalones, doblandolos para dejarlos sobre la silla, estirándose momentos después, erizando su pelaje bajo la atenta mirada de su compañero—. Créeme.

— Si tú lo dices... —murmura, tragando saliva mientras recorría aquel angelical cuerpo con su mirada, sin saber si estaba haciendo mal o algo, prefiriendo jugar a la caballerosidad y seguir como si nada.

La menor de los dos caminó hacia su cama, agachandose para así abrir los cajones debajo de ésta y sacar su pijama de camisa azul y shorts blancos con detalles de nubes.
El zorro mayor se recostó de la pared, sin saber qué hacer, había pasado demasiado desde que pasaba la noche en casa ajena por lo que quizás había olvidado las normas o reglas.

Por otro lado el zorro dedicó una mirada hacia la ventana, sorprendidos de que la lluvia no hubiera cesado, agradeciendo tener un lugar seco y seguro ahora que el clima había empeorado, calmado.

— Ten esto —habló la conejita, parándose frente a él, extendiendole lo que parecía ser una camisa blanca con estampados de lo que fue uno de los conciertos de Gazelle.

— ¿Y tú desde cuando tienes ropa de mí talla? —pregunta divertido, tomándola entre sus manos, sorprendido y hasta halagado.

— Realmente es una de mis batas —confiesa tímidamente, jugando de forma risueña con sus dedos, soltando un par de risitas.

El de orbes esmeraldas no se lo toma a mal, de hecho lo ve como una oportunidad. Une los puntos, si esa es una de sus batas sumado al hecho de que el estampado estaba ligeramente gastado eso solo podía significar que, en efecto, ella ya la había usado antes, lo que equivalía a estar un paso más cerca de ella y su esencia.
No se lo piensa más, de hecho, el simple hecho de que sea de uno de los conciertos de Gazelle ya es suficiente para que quiera ponérsela.

Mientras el zorro se acomoda la prenda la más conejita se apresura hacia su cama, cerrando las cortinas mientras acomodaba las sábanas, dándole tiempo suficiente hasta acercarse al interruptor y apagar la habitación, sumiendolo todo en una suave oscuridad que no llegaba a ser total debido a las deslumbrantes luces que escapaban de los otros edificios cercanos, mismas luces que buscaban traspasar la cortina, brindándole cierto encanto oportuno.

El vulpino se observaba en el espejo, aprovechando su visión nocturna para apreciarse, sintiéndose cómodo con la camisa, sintiéndola justa sin llegar a ser apretada.

La más joven de los dos tomó la delantera, acomodándose en su lado de la cama, dejando espacio suficiente para el mayor, quien se acercó, ingresando desde los pies de la cama, colándose por debajo de las sábanas hasta salir finalmente, acurrucandose contra las almohadas, a la par de su adorada compañera, sintiéndose felíz de tener este momento con ella.

— ¿Realmente no te incomoda? —suspira, girandose a verla, acostandose de medio lado, viéndola a los ojos.

— ¿Te soy sincera? —él afirmó con la cabeza— realmente es algo que siempre quise que pasara...

— ¿En serio? —soltó, alzando una ceja, sorprendido.

— Sí —ríe, acurrucandose contra las sábanas—, realmente siempre tuve esa curiosidad y ahora... siento que puedo aclarar muchas cosas —musita, acariciando el brazo del mayor.

Aquel zorro abre sus ojos de par en par, sintiendo estar soñando, ilusionandose, como si todo fuera perfecto.

— Bueno —suspiró con una pequeña sonrisa, dándole la espalda, acurrucandose entre las sábanas, ruborizada—, descansa Nick.

— Descansa... —respondió, viéndola con cierto cariño.

Su mente empezó a soltar ideas sobre lo que podrían hacer ahora, una siendo casi más atrevida que la anterior, llenándolo de ciertas inquietudes que lo confundían y lo ponían nerviosos, a fin de cuentas no era el lugar ni el momento.
Suspiró, quizás solo podría cumplir una porción de una de ellas.

Se fue arrimando lentamente, abrazándola desde atrás, tratando de no ser demasiado invasivo, sorprendiéndose de que la conejita no hiciera más que corresponderle, aferrándose a sus brazos. Al parecer le gustaba, y eso era suficiente.

Se acurrucó de mejor forma, acomodándose entre la calidez apreciando el silencio y escasez de luz, agradeciendo el pasar aquella velada junto a la chica que más amaba en este mundo.

La lluvia continuaba golpeando contra aquella ventana, regalándoles un relajante sonido que lentamente los encaminaba al descanso.

Wild Hope ft. Nicudy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora