22. Sinceridad.

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Wanda.

Al llegar a casa Max venía más animada, lo noté por la forma en que simplemente no actuaba como una maníaca con todo. Lo digo cde buena forma, Natasha es exactamente idéntica y me he casado con ella gace diez años, sin remordimiento alguno por estar enamorada de una impulsiva señora de treinta y cinco años.

—En casa.—Hablé de forma leve y sin embargo no oí respuesta. Caminé hasta la habitación de Max, toqué la puerta y ella abrió.—Dulces sueños, Maxy.

—Gracias...—Insistió ella. Le dediqué una sonrisa y besé su cabello antes de alejarme sin darle tiempo para quejarse.‐—Adiós, señora M.

—Descansa, cielo.

Comencé a subir las escaleras mientras me quitaba los pendientes, dejé mi abrigo colgado en la entrada y también he dejado el móvil allí, sólo quiero dormir, el paseo con Max nos ha tomado más de lo esperábamos.

Abrí la puerta de la habitación y la imagen con la que me encontré allí dentro realmente hizo que mi útero vibrara en escalas que no puedo explicar de forma coherente.

Natasha descansaba con el televisor encendido, Jack abrazado a ella aferrándose con piernas y brazos mientras Jean tenía su cabeza y cuerpo sobre Nat. Mi esposa los abrazaba a ambos y dormía con la boca abierta.

Sonreí.

—¿Señora M, cree que tendría un cepillo de cabello?—Preguntó Max y se detuvo a mi lado observando en silencio.

—¿No son lindos?—Susurré. Ella asintió. —He dejado un par en tu baño cuando haz llegado. ¿No los encontraste?

Ella negó.

—No entiendo demasiado la ubicación de las cosas en el baño, sólo sé como funciona la ducha.

—Vamos.

Me quité los zapatos y bajamos las escaleras hasta su habitación, al llegar Max y yo entramos al baño. Busqué en el mueble aéreo frente a la ducha y allí estaban tres tipos de cepillo de cabello diferentes.

—¿Vas a desenredarlo?—Pregunté señalando su cabello. Ella asintió.—Déjame ayudarte, de todas formas mis tres bebés están dormidos.—Bromeé ganándome una risotada de su parte.  Se sentó frente al espejo y soltó su cabello. —Tu cabello es muy suave, pero la tintura rubia lo vuelve algo tosco.

—Demasiada decoloración, incluso siendo pelirroja tuve que decolorarlo tres veces, y siempre es así.—Se encogió de hombros.

—¿Por qué no lo dejas estar? Seguramente te ves hermosa siendo pelirroja, y...—Observé nuestros reflejos en el espejo.—Puedes culpar a Natasha sobre tu color de cabello, y decir... Que tu madre te lo ha heredado.

—No mentiría... Me lo heredó mi madre.—Dijo observando sus manos con las que jugaba nerviosamente.

—Claro, pero Natasha es...—No supe como explicarlo y decidí quedarme en silencio antes de decir algo que la ofendiera.

—Mejor que mi madre. Eso seguro. —Murmuró ella.—Debo hablarle... No quiero discutir más, pero... La psicóloga dice que soy impulsiva.

—Natasha también lo era, fue por muchos años a terapia, por alguna razón está recuperando viejos y malos hábitos. —Mencioné haciendo una mueca mientras ponía algo de aceite en mis manos para masajear su cabello.

—¿Qué es eso?—Preguntó.

—Oh, aceite, yo lo usaba antes, te haré un pequeño masaje en el cabello con el y... Luego puedes ir a dormir, hidrata, es una especie de gel, pero más suave.

Juguetes rotos -Wandanat; scarletwidow.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora