31. ¿Nos necesitan?

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Natasha.

Colgué el móvil y dejé ir un suspiro. Me sentía tan malditamente frustrada de que justo ahora los resultados llegaran.

¿Qué cojones hago? ¡Haz algo bien en tu puta vida, Natasha, joder! Pero... ¿Qué? ¿Qué hago? ¿Cómo lo hago? ¿De qué forma lo hago? ¿Para qué? ¿Y si no logro nada? Tantos cuestionamientos que taladran mi cabeza una vez tras otra como si nada más importara. Repiten que haga algo, que en serio haga algo, por favor. Natasha, haz algo. Piensa. Haz algo, pero piensa.

—¿Nat?—Habló mi esposa saliendo del baño con la pijama puesta. Dejé ir un suspiro.—¿Han llamado de tus exámenes? ¿Debes ir a rehabilitación?

—No soy alcohólica. —Contesté.—No lo soy, y no debo hacer nada. Debería estar feliz, pero ésto significa que he buscado justificar mis miedos en base a algo que no tiene nada que ver con lo que realmente soy. Soy una estúpida, no soy nada más que eso, una estúpida que parece querer justificar sus miedos en adicciones que no tiene, porque creo que soy como mis padres, cuando ni siquiera los conocí como para poder odiarlos, porque ninguno estaba vivo cuando por fin podía recriminarles algo.—Ne quejé.—Estoy jodida.

Comencé a reirme mientras mi esposa me veía con la tristeza clavada en su mirada. ¿Qué más podría decirle, eh?

—¿No vas a decir nada?—Pregunté y ella negó.

—¿Qué quieres que diga?—Preguntó y noté la paz en su voz. Ella intenta transmitirme que todo estará bien, pero aún me atormenta no saber por que no pude notar antes ésto sin la necesidad de separar a los niños de nosotras de ésta forma tan brusca. Los extraño tanto que ni siquiera encuentro las palabras para definir lo insuficiente que me siento al no poder controlar todo lo que ocurrió.—¿Deseas que diga algo más que lamento que no podamos hacer nada?—Susurró y me encogí de hombros. —Debimos dejar de encariñarnos si sabíamos que no podíamos cuidar de ellos, Nat. No podemos ni siquiera vernos sin sentir lástima por nosotras mismas, ¿crees que eso está bien? No lo está para nada? Es absurdo. Éramos el mejor equipo de todos, nuestra relación fue mágica por años, desde que nos conocimos hasta que adoptamos a los niños, y de pronto nos sentimos abandonadas, porque no sabemos seguir sin lo que pensamos que jamás querríamos en nuestras vidas, tener unos niños. Tener hijos.—Contestó mi esposa y asentí.

—Debo ser plenamente sincera contigo, Wanda. Siempre lo fuimos, y eso nos ayudó a que nuestra relación fuese transparente, cosa que nos afectó con los niños...—Ella concordó con un movimiento de cabeza.—Te amo, formamos una familia y amo lo que tenemos, amo la forma en que tu y yo conectamos desde el primer momento, tenemos un cachorro hermoso y decidimos adoptar tres niños por mis peticiones inseguras, sabía que yo no sabía maternar, lo tenía claro y aún así nos arriesgamos, nos encariñamos y dejamos que eso, acompañado de nuestros temores a admitir algo por miedo a no congeniar más con la otra, nos asustaron y acabaron por alejarnos de  algo que amamos, los niños. Sabes que los amamos como a nadie. Necesitamos estar con ellos, y ellos con nosotras, incluso si creen odiarnos, nos necesitamos mutuamente.

—¿Ya estás segura de quererlos?

—No sé nada de maternidad, Wanda, ni de amor mucho menos... Pero tengo claro que estoy perdidamente enamorada de ti, y que pasaría mi vida entera aprendiendo a ser una gran madre, por ellos y para la familia que tú y yo logremos formar, sólo dame una oportunidad de demostrarlo.

Mi esposa asintió lentamente y unió nuestros labios mientras yo me dedicaba a pensar en lo extraño que fue el hecho de que simplemente autorizaran un caso perteneciente a Wanda. Steven no haría eso. Wanda es la única capaz de autorizar una adopción y ella estaba de vacaciones, los padres debieron esperar al menos, ya que mi esposa ni siquiera fue aquél día para contestar aceptar la adopción. Simplemente se lo informaron, que fue aceptada sin que ella diga que si, es decir, que ya no había nada que hacer aunque ella quisiera. ¿No es extraño? Me suena a algo para apelar.

—Wanda, quizá podamos hacer algo...—Murmuré comenzando a unir aquellas ideas. Ella me observó en silencio y su móvil comenzó a sonar, lo tomó con rapidez.

—¡Es Maxy!—Dijo emocionada y me contagió aquél entusiasmo. Rápidamente mi esposa contestó y oí la voz susurrante de Maxinne.

—¿Wanda?—Preguntó. —¿Estás ahí?

—Aquí estoy, cariño. ¿Están bien? ¿Ya se van? ¿Quieres decirnos algo? ¿Necesitan algo?

—Las extrañamos.—Dijo ella y su voz se quebró.—Jack no habla con nadie y Jean no deja de llorar, me siento inútil y sola, éstos señores dicen que debo cuidar mejor de mis hermanos, necesito ayuda con ésto. Quieren llevarnos a Alemania, creo que no podremos adaptarnos, es demasiado y... Mis hermanos las necesitan, yo las necesito, odio admitir que las necesito, pero las extraño incluso si ustedes no nos extrañan.

¿Ellos nos necesitan? ¿Max nos necesita?

—Los extrañamos.—Contesté yo.—Max, hija. Soy Natasha... Soy mamá...—Susurré temblorosa.—Estoy ideando como hacer que regresen aquí, con nosotras, queremos que vuelvan, no importa cuanto tengamos que pelear para tenerlos con nosotras, lo haremos.

—Lo prometemos.—Contestó mi esposa tomando mi mano y besando mi anillo de matrimonio mientras yo sonreía nerviosa.

—Por favor. Dense prisa. Las necesitamos y mucho... Han sido semanas horrible en ésta casa. No aguantaré mucho más.

—Prometo que estaremos allí, ustedes regresarán y serán legalmente nuestros, Max...—Mencioné mientras contenía las lágrimas. —¿Quieres que eso ocurra?

—¿Ser... Sus hijos?—Preguntó. —¿Sus hijos de verdad?

—Romanoff Maximoff...—Susurró mi esposa quien ya había roto en llanto. Sus hormonas están desatadas.

—Sí, si quiero. Si queremos. Los tres, sólo sáquenos de aquí. Necesitamos estar en casa, y nuestra casa es con ustedes. Queremos nuestro hogar y a nuestras... Madres, y a Piolín.—Susurró y oímos pasos.—¡Debo colgar, hagan algo!

Ella simplemente colgó. Wanda y yo nos observamos. Debo llamar a alguien.

—Nos debemos una charla extensa, pero me conformo con que sepas todo lo que te amo, Natasha. —Susurró ella. Pegué mi rostro al suyo mientras pensaba en todo lo que haré.

Pero nuestros niños, seguirán siendo nuestros niños.

Cueste, lo que cueste.

—Gracias por siempre volver a ser el buen equipo que somos, Bob...—Dijo mi esposa besando cortamente mis labios.

—Gracias a ti por siempre dejarme estar en tu equipo, nunca me haz dejado caer.

—Jamás lo haría, mi amor.

Sé que jamás lo haría.

Ni yo la dejaría caer a ella.

Estamos destinadas.

Nota de autor:

Capítulo corto, pero porque ya va quedando poco. Sólo cuatro capítulos más.

Feliz cumpleaños rpker582 <3

—Codex.

Juguetes rotos -Wandanat; scarletwidow.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora