CAPÍTULO 6 PARTE 2

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Lara se marchó a la ducha y, cuando estuvo vestida, se acercó hasta la recepción, donde ya la esperaba David.

Entro un poco nerviosa.

A la luz del día, tras la conversación con su madre, que le había traído de regreso a la memoria a su ex y sin una copa de vino entre los dos, empezaba a sentir que quizá tuviera razón y hubiera cometido un error besándolo dejándose llevar por un impulso.

David y ella apenas se conocían.

Era algo que sabía, algo que no le importó en absoluto, pero que en ese momento empezaba a pesar en su ánimo. Quizá su relación laboral se podría volver un poco tensa nada más empezar.

El joven la recibió con una sonrisa y ella intentó sacudirse los temores, a la vez que buscaba fuerza en su interior para hacer como si no se hubieran besado la noche anterior.

Se acercó decidida al mostrador, con su mejor sonrisa, pero no le dio tiempo ni a hablar. Miguelín entró corriendo, procedente del viñedo.

—Lara, tenemos un problema.

Todas las alertas se dispararon en su organismo. Ni siquiera había arrancado la primera hora de apertura del hotel y lo primero que escuchaba era la palabra problema.

—¿Qué sucede?

—Se han escapado las ovejas de las cuadras. Esta noche. Mi abuelo no lo entiende, porque esta mañana estaba la puerta cerrada... No sabemos cómo se las han apañado para salir.

—¿Y las habéis localizado? —preguntó ella.

—Sí, sí, ese no es el problema.

—¿Entonces?

A Miguelín no le dio tiempo a contestar. Piero entró en la recepción, arrastrando con él una leve corriente de aire. En sus ojos se leía un enfado que estaba a punto de rebotar en Lara.

—¡Tus ovejas se han comido mis viñas! —gritó.

—¿Qué?

—Que esas malditas ovejas tuyas se han metido en el viñedo y han destrozado unas cuantas viñas. Quiero que las vendas ya.

—¡No voy a hacer eso, Piero!

—Pues más valdría, porque si no las vendes, yo mismo las mataré con mis propias manos, te lo advierto. No voy a tolerar otra cosa así, Lara, ya estoy harto de esto.

—Escucha —dijo ella, elevando el tono hasta igualarlo con el de Piero—, en primer lugar, no son tus viñas, que te quede claro. Son de mi padre, más mías que tuyas, y en segundo lugar no vas a hacer nada con mis ovejas.

—Claro que lo haré. O las controlas o no respondo —amenazó, acercándose a ella tanto que David decidió intervenir.

—Creo que esto podríamos solucionarlo de otro modo —dijo.

—Piero, o te calmas —le dijo Lara gritando—, o pensaré seriamente en hablar con mi padre y que te despida.

—¿Crees que a tu padre le ha hecho gracia? Está intentando salvar las plantas, aunque no sé yo si seremos capaces de tener una cosecha medio decente, y todo porque tú has decidido convertir esto en un capricho.

—¡Ya basta! —intervino David—. Tío, creo que te estás pasando, ¿no? Deberías disculparte con ella, no tiene la culpa de que las ovejas se hayan escapado.

—¿Y este quién es? ¿Tu nuevo guardaespaldas?

La insinuación de Piero fue la última espoleta que necesitó el ánimo de Lara para accionarse.

Amor en el viñedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora