CAPÍTULO 7 PARTE 2

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Un carraspeo interrumpió las confidencias y Lara se sonrojó del todo. No estaba segura de que pudieran haber escuchado las palabras que se dedicaban a media voz, y mucho menos que, quien fuera, pudiera adivinar las tórridas imágenes que pasaban por su mente en esos instantes, pero había que ser muy tonto para no ver la complicidad entre los dos.

—Ah, hola, Piero —dijo.

—Tengo que hablar contigo —le contestó, un tanto seco.

—Dime.

—Mañana es la primera visita de la bodega, creo que todavía no hemos dejado claras algunas cosas y el primero de los tres grupos que han reservado tiene cita a las nueve y media de la mañana.

Se le habían olvidado las visitas y era cierto lo que decía Piero, tenían que limar algunos detalles, pero hacerlo significaba salir mucho más tarde del trabajo de lo que tenía previsto y retrasar su cita con David.

—Puedes enfocarlas como quieras —le dijo, intentando zafarse.

—Perfecto, entonces por mí anúlalas, mañana dormiré hasta más tarde.

Se dio la vuelta, dispuesto a marcharse la recepción.

—¡Eh, espera!

Lara dejó la recepción y salió detrás de Piero, que se encaminaba a la puerta principal del hotel sin hacerle el más mínimo caso.

—¡No vamos a anular las visitas! —le gruñó.

—Pues entonces deberías decirme qué es lo que quieres que haga en lugar de coquetear con el recepcionista.

A Lara, la afirmación de Piero le pareció que no venía a cuento. Ya habían llegado a la entrada cuando lo dijo.

—Si coqueteo o no, no es asunto tuyo.

—Tampoco es asunto mío este hotel y mañana tendré que dedicar el único día de la semana que descanso a explicar a idiotas de ciudad cómo es un viñedo, a idiotas que pasado mañana no se acordarán de nada de lo que les he dicho.

—¿Y qué más te da? Pagarán por ello y tú vas a cobrar, fin del problema.

—¿Por qué no hace las catas tu modelo de pasarela? En serio, si les dice cuatro idioteces sobre aromas del vino y se aprende la historia de las bodegas podrá entretenerlos un rato. Y yo podré dedicarme a mis cosas.

—¿Un domingo tienes cosas que hacer?

—Mañana tenía que ir a ver nuevas cepas con tu padre y tendrá que ir solo.

—¿No decías que tenías que descansar?

—Ese es mi descanso, ir con tu padre a buscar variedades de uva más productivas. Me gusta esto, igual que a otros les gusta leer libros o viajar. Pero no me gusta el hotel.

—¿Todavía sigues molesto por lo de las ovejas?

No dijo nada, suspiró, como buscando paciencia en su interior.

—¿Me vas a decir qué haremos mañana o me puedo ir con tu padre?

La que suspiró en ese momento fue Lara, aunque más bien pareció un bufido buscando una paciencia con Piero que parecía faltarle.

—Espera aquí.

Volvió a la recepción.

—David.

—Dime.

—Me temo que tendremos que dejar lo de esta noche para otro día.

—¿Te reclama el italiano?

—Lleva razón, no le expliqué qué es lo que quiero que haga y lo veo capaz de marcharse y dejar colgadas a todas las personas que han pagado por la visita.

—No me gusta ese tipo —dijo David.

Lara no contestó. El Piero malhumorado y gruñón que había encontrado al regresar a su casa tampoco le estaba gustando mucho a ella.

Salió a la calle, donde Piero la esperaba en la puerta, apoyado en uno de los árboles. Observó su silueta contra el atardecer y recordó al muchacho entusiasta que había llegado recién terminado el grado de enología. La nostalgia invadió su ánimo cuando rememoró las veces que habían salido juntos hasta que Lucas apareció en su vida, lo bien que se lo pasaban a pesar de la diferencia de edad y lo orgullosa que se sentía ella cuando alguien confundía a ese hombre tan guapo con su novio.

Siempre pensó que era demasiado guapo para ella.

Ahora, sin embargo, lo veía tan taciturno y malhumorado que le parecía imposible haber albergado aquellos sentimientos. Sin embargo, fueron reales y la constancia de que alguna huella dejaron la tenía en lo que había sentido cuando le curó la herida. Se la tocó de manera inconsciente y se regañó.

Algo muy extraño le estaba sucediendo porque acababa de anular la cita con un hombre que la atraía con un imán y con el que se moría por pasar una noche y estaba pensando en otro.

Su madre tenía razón, ella no era así, ella no era de las chicas que van de unos brazos a otros, sin sufrir por ello.

Se preguntó si cada fragmento de aquellos en los que Lucas había roto su corazón ahora sería capaz de albergar a un hombre distinto. Como fuera cierto, en menos de lo que canta un gallo tendría que sacar una agenda para ir organizando sus citas.

—Vamos a mi casa —dijo Lara—. Te enseñaré lo que tengo pensado.

Piero la siguió, caminando a su lado. Le miró un par de veces de reojo, para confirmarse a sí misma que aquello que había pensado de los pedazos de su corazón era una idiotez.

¿Cómo iba a sentir algo por ese Piero cabezota y antipático después del beso de David y lo agradable que era con ella?

El latido loco de su corazón le dijo, sin ningún género de dudas, que tenía un problema. Sentía algo por Piero muy complicado de explicar. Y también otra cosa por David, algo más fácil de interpretar, pero igual de intenso.

Empezó a levantársele unligero dolor de cabeza.


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Amor en el viñedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora