CAPÍTULO 5 PARTE 1

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ESTO SE PONE HOT...

Los siguientes días fueron extenuantes.

Vestir el hotel, dotarlo del halo mágico que había soñado Lara, requirió un gran esfuerzo por parte de todos los empleados del complejo. Las jornadas se alargaron mucho más de lo estipulado en sus contratos, pero era necesario si querían llegar a tiempo a la inauguración, prevista para un jueves. Lara pensó que era mejor celebrar la fiesta antes de encontrarse con los primeros clientes que se alojarían en el monasterio, así que la organizó para un día en el que todavía no había reservas.

La fiesta fue un éxito.

Todos habían vestido sus mejores galas y brindaron por el éxito de la empresa. Lara, la encargada del discurso, dio las gracias a cuantas personas habían puesto todo su empeño en sacar adelante el sueño de su vida y les prometió que ella haría todo lo posible por mantenerlo y avivarlo. Hecha esa primera toma de contacto y saludadas todas las personas que se habían acercado desde Valladolid, Madrid y hasta de Palencia, Lara acompañó a sus invitados a hacer una visita por las instalaciones a punto de estrenarse.

Con paciencia y con toda la pasión que da creer en algo, les enseñó una por una las estancias, observando sus reacciones. En todas ellas noto un brillo en los ojos, lo que quiso interpretar como un buen augurio. Estaban impresionados por cómo había quedado la reforma del inmenso complejo.

Después bajaron al comedor, donde se sirvió un aperitivo regado con los mejores caldos de la bodega. Pudieron charlar y los empleados relajarse tras los duros días de trabajo. Había que renovar energías para el día siguiente, cuando empezaría realmente el jaleo, con la llegada de los primeros clientes. Lara, sin embargo, voló de persona en persona, tratando de ser la anfitriona perfecta.

—Mamá, estoy agotadísima —le dijo en un determinado momento.

—No deberías haberte puesto esos tacones tan altos —le señaló Paola.

—¿Me quedan mal?

—¿Bromeas? Estás espectacular, pero como no paras te tienen que estar machacando los pies. Yo he sido más lista.

Le señaló unas delicadas sandalias con escasísimo tacón, que adornaban sus pies, y Lara se anotó mentalmente hacer un poco de caso a su madre alguna vez. Con el rabillo del ojo vio a Piero, que se acercaba a su padre. Se había puesto un traje y su sexi aspecto dejaba sin respiración.

Aunque habían salido juntos muchas veces, nunca le había visto vestido tan formal y tenía que reconocer que su atractivo subía muchísimos puntos. No le extrañaba ni un poquito que sus amigas de la capital, que habían venido a la inauguración para servirle de soporte, no dejaran de mirarlo y de cuchichear entre ellas. No era para menos, estaba cañón. Estaba segura de que, si se lo cruzase por la calle y no lo conociera de nada, se quedaría sin respiración al mirarlo.

Eso fue lo que hizo Piero en ese instante, desvió sus ojos hacia Lara y ella sintió que la invadía un calor que irradiaba desde su estómago y acababa en su sexo, que palpitó sin que pudiera evitarlo. Por un momento, aunque fuera un pensamiento idiota, sintió que él había leído sus pensamientos, aunque fuera imposible, porque dejó la copa encima de una mesa y se acercó hasta ella.

—Enhorabuena —le dijo el italiano, con su ronca y sexi voz—. Ya tienes tu hotel en marcha.

—Gracias —contestó ella, muy bajito porque las mismas reacciones de su cuerpo parecían haberla dejado sin voz.

Piero continuó mirándola como si no encontrase las palabras precisas para decirle lo que fuera que había hecho que se le acercase. Lara, sin nada en las manos, no sabía qué hacer. Echó de menos la copa para distraer el nerviosismo que se había apoderado de su ánimo. Ella sí tenía algo que decirle. Lo necesitaba en el proyecto, quería que participase y se sintiera uno más, pero tenía miedo de que volvieran a otra de sus eternas discusiones sobre la inconveniencia de no haber apostado solo por el viñedo familiar y no era el momento de entrar en ese tema. Lara deseaba que volviera el Piero que conocía desde hacía años, al que se había tragado aquel ser gruñón que su falta de acuerdo en ese punto lo había convertido.

Y, por qué no, le apetecía descubrir si entre ellos podría haber algo más que una relación jefa y empleado. A juzgar por cómo la miraba, como si la estuviera desnudando, podría ser que él deseara también perderse en sus curvas, como le estaba pasando a ella.

—¡Piero! —dijo Berta, acercándose a la pareja e interrumpiendo el momento—. ¡Ven a hacerte una foto conmigo! La quiero colgar en Instagram.

—Ahora no, Berta —dijo él, sin apartar los ojos de Lara.

Esa mirada quemaba y le humedecía el sexo, pero Lara tampoco podía apartar los ojos de él.

—¿Cómo que no? ¡Ahora es el mejor momento! Estás guapísimo. Mis amigas se van a morir de envidia cuando me vean contigo.

Se lo llevó, arrastrándolo por el brazo, mientras Lara se lo seguía con la mirada, pensando que Berta se había quedado corta con el piropo.

Estaba algo más que guapísimo.

Podía hacer que el sexo de una mujer entrase en combustión espontánea solo con mirarla.

Amor en el viñedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora