La Feria

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Las luces de colores brillantes iluminaban el rostro de Pete con un aire casi infantil, se veía encantador con aquel dulce destello en sus ojos y la sonrisa en sus labios mientras le señalaba los juegos de feria a Venecia con emoción, no creía haber estado en un lugar así en toda su vida, los conocía por las películas, pero no había presenciado uno en persona, hasta que Pete decidió llevarlos a todos en un pequeño viaje familiar.

Macao los abandono apenas llegaron al estacionamiento para subirse a los juegos más rápidos junto a Chay, dejándolos a ellos solos con Venecia y a pesar de su enemistad acérrima con el niño, encontraba agradable la escena, Pete era feliz jugando a la familia feliz y él no tenía problemas con seguirle el juego con tal de verlo sonreír de esa manera.

― ¿A cuál vas a subirlo? ―musitó rodeando la cintura de Pete mientras se adentraban entre los juegos ruidosos y brillantes que hacían sonreír a Venecia como no creía haberlo visto hacerlo nunca, incluso ignoraba el hecho de que él estaba tocando a Pete.

―A ninguno, es muy pequeño para todos los juegos. ―exclamó su novio mirándole con una inocente sonrisa, logrando que él se detuviera de golpe mirándolo confundido.

―Dijiste que querías traerlo a la feria. ―murmuró tomando la camisa de Pete por la espalda para detener su andar también, el pelinegro le miró asintiendo con tranquilidad y Vegas no pudo evitar poner los ojos en blanco. ― ¿Lo trajimos a ver?

―Es un bebé, Vegas. No podría sostenerse de nada, aunque quisiera. ―explicó con sencillez, suspiró mirándolo fijamente, era algo que debió pensar cuando le sugirió venir aquí, el mocoso apenas si podía sentarse con dos cojines a cada lado ¿cómo demonios iba a subirse a los juegos mecánicos? ―Tú puedes subirte si quieres.

― ¿Yo? ―murmuró frunciendo ligeramente el ceño y Pete asintió sonriente. ―No.

― ¿Por qué no? ¿Te da miedo? ―inclino la cabeza con fingida indignación y Pete sonrió aún más. ―Puedo subir contigo para que no te asustes, busquemos a Macao para que cuide un segundo a Venecia y subiremos a alguno de los juegos.

―No me da miedo.

― ¿Entonces quieres subirte solo?

―No quiero subirme y punto.

―Podemos entrar a la casa de los sustos si lo prefieres. ―Pete estaba bastante divertido burlándose de él, cualquier otra persona ya habría recibido un golpe, pero con él simplemente no podía ni enojarse propiamente.

― ¡Pete! ¡Vegas! ―los gritos de los adolescentes en un juego que daba vueltas en el aire interrumpieron la narrativa de su acompañante y ambos levantaron la mirada sorprendidos de poder escucharlos desde lejos.

Pete sonrió abiertamente señalando a Venecia hacía donde mirar y Vegas los miró pasando su brazo alrededor de la cintura de Pete nuevamente, sentía que Macao tenía cinco años cuando se juntaba con el hermano de Porsche, como en ese momento en que ambos gritaban y saludaban como niños directamente hacia sus padres tratando de llamar su atención.

―Vegas, toma una foto. ―musitó Pete sonriente mirándolo de reojo y él sacó su teléfono sin pensarlo para hacer lo que le que le pedía, tomo un par de fotos de los chicos en el juego y cayó en la tentación de tomar una más de Pete distraído señalando arriba para que Venecia buscara a Macao entre las luces brillantes del juego. 

― ¿Habías venido antes a un lugar como éste? ―murmuró inclinándose a su oído para asegurarse de que pudiera escucharlo, Pete asintió rápidamente.

―Una vez, cuando era un adolescente. ―imaginó el rostro de Pete más joven e ingenuo recorriendo los juegos con la misma emoción que Macao lo estaba haciendo y no pudo evitar sonreír.

Las aventuras de VegasPeteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora