Travesuras

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Hacía exactamente dos horas Pete había salido de casa, tenía cosas que atender y no podía llevar al mocoso con él, se suponía que él y Macao se encargarían de cuidarlo, pero apenas veinte minutos después de la partida de su amante, su hermano anuncio que también debía salir, había dicho algo sobre un proyecto que olvido que debía hacer con un grupo de la escuela, pero lo había visto sonreírle al teléfono durante largo rato antes de irse, dudaba que su nueva pareja no tuviera algo que ver en todo el tema.

Al final, lo dejaron solo con un mocoso con el que tenía una relación complicada y llevaba rato mirándolo desde el tapete donde lo dejo con sus cucharones, no hacía ni un solo ruido, por momentos fruncía el ceño y en otros creía ver una sonrisa malvada en sus labios.

― ¿Qué? ―exclamó finalmente desde el sofá donde estaba sentado, había optado por quedarse en la sala con el computador sobre la mesa de centro, lo suficientemente cerca para verlo jugar y alcanzarlo si se le ocurría correr, como últimamente le gustaba hacer. Venecia le miró impaciente, pero no le respondió. ―No voy a rogarte por hablar como Pete. ―gruñó volviendo su vista a la pantalla.

― ¿Fue? ―murmuró el mocoso con los ojos brillantes tras escuchar el nombre de su padre, Vegas le miró un segundo antes de asentir. ― ¿Vamos papá? ―añadió rápidamente entusiasmado, normalmente cuando lo dejaban solo con el mocoso era por breves periodos de tiempo y siempre terminaban yendo a buscar a Pete porque sino uno de los dos comenzaría a llorar.

―No, Pete está ocupado hoy. ―respondió mientras Venecia se ponía de pie torpemente solo para caer de sentón con el ceño fruncido, haciendo sonreír a Vegas por la indignación en su rostro.

Por un rato volvió a reinar el silencio, tanto que se dejó perder en los documentos que debía leer antes de firmarlos, olvidando echarle un vistazo al mocoso, cuando volvió a mirar de reojo al tapete lo hizo distraídamente y por un instante ni siquiera noto la ausencia, hasta que dos pequeñas manos golpearon su costado.

― ¡Booo! ―gritó Venecia con todas sus fuerzas, sacándole un jadeo de sorpresa a Vegas que lo hizo reír alto y malévolamente.

―Venecia. ―masculló su padre pasándose las manos por el cabello, visiblemente irritado porque el mocoso hubiera logrado llegar hasta él sin que lo notara, pero una pequeña parte se llenó de orgullo. ― ¿Quién te enseño a hacer eso? ―preguntó sin quitar el ceño fruncido.

―Mao. ―respondió sin el menor interés en ocultarlo, había sido durante la fiesta de disfraces, le mostró como asustar a la familia, específicamente a Khun, y ahora era uno de sus juegos favoritos.

―Macao, bastardo. ―murmuró con una sonrisa de lado mientras el mocoso sonreía encantado con su travesura. ―Te enseña cosas malas y luego te abandona conmigo, tendré que vengarme.

― ¿Juegas migo? ―preguntó el mocoso sin prestarle atención a sus palabras, debía estar aburrido, normalmente Pete lo entretenía o Macao lo hacía parte de sus tonterías con Chay, él no era muy bueno en esas cosas.

―Ya no hay nadie más a quien asustar, estamos tú y yo solos. ―explicó señalando alrededor, pero al volver la mirada al mocoso éste ya tenía los ojos puestos en un guardaespaldas que pasaba por el jardín.

Por momentos creía que Venecia crecería para ser como Pete, después de todo, era él quién lo estaba educando, pero en situaciones como esa no podía evitar pensar que los genes eran más fuertes o quizás el mocoso era más parecido a él de lo que le gustaría admitir.

Diez minutos después dejo al mocoso en el jardín, le había puesto los tenis que uso para su disfraz semanas atrás, Pete lo había dejado vestido con una peto de mezclilla que le llegaba a las rodillas y una camiseta amarilla por debajo, pasaría por un niño más grande de lo que era en realidad con el atuendo.

Las aventuras de VegasPeteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora