Niñeros

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La casa de la segunda familia se encontraba inusualmente silenciosa para ser las diez de la mañana, no había llantos, ni ruido en la cocina, era como si se encontrara completamente vacía, pero estaba seguro que Macao le había llamado la noche anterior para invitarlo a pasar el día con él y Venecia mientras Pete y Vegas seguían en sus pequeñas vacaciones.

Uno de los guardaespaldas lo había dejado pasar, asegurándole que no había visto salir a ningún miembro de la familia esa mañana, así que se adentro por los pasillos hasta dar con el cuarto de Macao, toco dos veces sin recibir respuesta, abrió la puerta asomándose con curiosidad para asegurarse de que no hubiera nadie adentro, pero se encontró con él y Venecia dormidos en el centro de la cama con el más pequeño aferrado a una pequeña manta y su amigo sosteniéndolo del brazo como si quisiera impedir que huyera mientras dormía.

Sonrió acercándose lentamente hasta el costado donde se encontraba Macao y le dio un ligero empujón con ambas manos con toda la intención de asustarlo, logrando que el chico saltara de la cama despertando en el proceso al bebé también, ambos miraron a todas partes confundidos, hasta que Venecia ambos lo escucharon reír descaradamente.

― ¡Chay! ―masculló Macao pasando las manos por el rostro y recostándose de nuevo calmando su respiración, mientras su amigo no podía dejar de reírse. ― ¿Cómo entraste?

―Me dejó pasar uno de los guardaespaldas. ―musitó sentándose a los pies de la cama llamando la atención de Venecia que mantenía el ceño fruncido, a veces no podía evitar sentir que el hijo adoptado de Pete era idéntico a Vegas cuando estaba enojado, estaba seguro que si pudiera levantarse y golpearlo lo haría. ―Dijiste que debía llegar temprano. ¿Por qué tu hermano está aquí? Creí que no le gustaba dormir fuera de su cuna.

―Lloraba cada que lo dejaba solo en su cuarto. ―murmuró luchando por no volver a quedarse dormido.

―Quizás extraña a Pete, deberías llamarlo para que lo escuché un rato.

―No, Pete ha estado muy estresado últimamente, necesita relajarse, lo verá cuando regrese. Puedo entretenerlo hasta entonces. ―Venecia había rodado sobre sí mismo para quedar boca abajo, estaba intentando acomodarse para gatear y llegar hasta Chay, Macao lo sabía, por eso lo tenía agarrado del brazo antes de despertar, antes de que Chay llegara su objetivo era llegar a la lampara en la mesita de noche.

Con lentitud el pequeño se puso a gatas y comenzó a moverse rumbo a Chay antes de su hermano le sostuviera del tobillo impidiéndole seguir avanzando.

― ¡Ah! ―su jadeo de enfado hizo sonreír al recién llegado y Macao se levanto tomando al pequeño para colocarlo en su regazo.

― ¿Desayunaste? ―Chay negó, todos en la casa estaban dormidos cuando salió, los había escuchado llegar en la madrugada y por el ruido que hacían seguramente estaban ebrios, así que nadie había salido de la cama esa mañana. ―Podemos preparar algo, no sé cocinar, pero he visto a Pete hacer la papilla de Venecia, supongo que puedo hacerlo.

Los tres tomaron posesión de la cocina sin conocimiento alguno de como preparar un desayuno, habían elegido cosas sencillas, como tostadas con mermelada, pero la papilla de Venecia estaba resultando más complicado de lo que esperaban.

― ¿Qué frutas pone Pete?

―No lo sé, las cambia todas las mañanas. Creo que podemos poner lo que sea.

―Pero en internet dice que los bebés no pueden comer lo que sea.

― ¿Qué podemos darle entonces?

―No sé, en cada página dice algo diferente.

―Lo he visto comer plátano y fresas.

―Pero debemos quitarle las semillas a ambos. ―ambos miraban las frutas con el ceño fruncido tratando de mandar al pequeño al hospital con su papilla y Venecia jugaba con uno de sus cucharones soltando pequeños suspiros cada cierto tiempo.

Las aventuras de VegasPeteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora