Enfermos

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Desde las cuatro de la mañana había escuchado a Vegas murmurar cosas mientras dormía, estaba moviéndose demasiado en la cama y se notaba inquieto incluso antes de irse a dormir, pero cuando comenzó a hablar dormido colmó su paciencia, Venecia lo había tenido despierto hasta tarde por los medicamentos que debía darle después de haber pescado una gripe en la fiesta y ahora Vegas no dejaba de hacer ruido.

―Vegas, ya basta. ―masculló dándole un golpe con los pies debajo de las sábanas esperando que aquello lo despertara, pero Vegas ni siquiera pareció notarlo. ― ¡Vegas! ―gruñó molesto girándose para darle un ligero empujón, obteniendo el mismo resultado que la patada.

Bufó sentándose en la cama y quitó las cobijas de encima de Vegas moviéndolo con mayor firmeza tratando de despertarlo, solo entonces, al tocar su rostro, se dio cuenta que su cuerpo estaba ardiendo, tenía las mejillas sonrojadas y pequeñas gotas de sudor resbalaban por su frente.

― ¿Vegas? ―insistió ahora más bien preocupado, pero su novio solo hizo un ruido extraño que salía de su garganta.

Le tomó unos segundos comprender que Vegas tenía fiebre y atar cabos de que seguramente se había contagiado de Venecia, no tenía medicinas para adulto en ese momento, pero envió a uno de los empleados de la casa a buscar al menos un jarabe que no necesitara receta, mientras colocaba paños mojados en la frente de Vegas, tratando de bajarle la calentura.

La última vez que tuvo que cuidar de él estaban en un hospital y el recuerdo del miedo que sintió aquellas noches le erizó la piel, esto no era ni de cerca tan terrible como lo que había ocurrido antes, era una simple gripe, pero no podía evitar que el nerviosismo se apoderara de él cuando la fiebre no cedía.

Cuarenta minutos más tarde el empleado regresó con una bolsa de la farmacia, había conseguido pastillas y jarabes como le pidió, más tarde llevaría a Vegas al médico para que le dieran una receta, pero por ahora eso serviría.

― ¿Vegas? ―musitó sentándose en la orilla de la cama y tocando sus mejillas con la parte trasera de la mano, verificando su temperatura, por suerte esta vez el chico postrado en la cama le respondió con un gruñido molesto y Pete sonrió aliviado, al menos su carácter al despertar seguía intacto. ―Tienes fiebre, necesitas tomar algo para bajarla. ―explicó instándolo a levantarse.

―Estoy bien. ―murmuró adormilado luchando por volver a recostarse mientras Pete le sostenía la cabeza para darle las pastillas. ― ¿Qué es esto?

―Medicinas para la gripe. ―respondió acercándole el vaso de agua a los labios para que pudiera tragarla sin problemas, Vegas no hizo mayor resistencia y bebió el vaso hasta la mitad tomándose la pastilla en el proceso, antes de volver a recostarse en la cama.

Después de tomar sus medicinas Vegas calmó su locura nocturna, dejando de dar vueltas por toda la cama para permanecer recostado en la misma posición por las siguientes horas, dejándolo dormir a él también, al menos hasta que fue la hora de revisar a Venecia de nuevo.

Con ambos enfermos y en un esfuerzo porque el virus no llegara a más miembros de la casa o la familia, decidió mantenerlos en la misma habitación hasta que el doctor les diera el alta y compró vitaminas para Macao que le obligaba a tomar todas las mañanas. Incluso llamó a casa de la primera familia para avisar que Vegas no se presentaría hasta que estuviera mejor, a pesar de las negativas por parte de su novio, Kinn estuvo de acuerdo y Khun hizo que todos en la casa tomaran las mismas vitaminas por miedo a que lo contagiaran si se enfermaba uno de ellos.

Todo estaba marchando bien, excepto que Venecia y Vegas seguían sin llevarse bien, no soportaban estar atrapados en el mismo cuarto y su presencia solo los alteraba más por su necesidad de llamar su atención para que no mirase al otro, era como tener a dos niños peleando por una pelota.

Las aventuras de VegasPeteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora