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Una lagrima ruda con mi mejilla y con rapidez la aparto

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Una lagrima ruda con mi mejilla y con rapidez la aparto. Es como si todo mi mundo se desplomara en segundos, el tren va a kilo metros por hora y en la ventanilla se observa, sin embargo es como si avanzara lentamente. Mi madre me mira con preocupación y tristeza en sus ojos.

—¿Hace cuanto lo sabes? —pregunto con la voz rasposa.

—Hace unos meses —contesta.

—¿Lo sabías antes de que me fuera? —pregunto y su silencio es suficiente respuesta—. ¿Por qué no me lo dijiste?

—Estabas demasiado ilusionada con todo lo de la universidad, no quise quitarte eso, no podía.

Me siento como toda una egoísta, todo este tiempo estuve pensando solo en mí y preocupada por mis cosas que ahora no tienen mucha importancia, cuando todo este tiempo debería de haber notado las señales. Es mi madre, mi mami, la que siempre estuvo ahí para mí, en los momento felices, tristes, difíciles. El solo pensar que no este hace que se acelere el corazón y el miedo me recorra del pie a la cabeza.

Y me duele, me duele que mientras yo estaba mintiéndole a todos e ignorando las consecuencias de mis acciones, ella estaba sufriendo, se estaba muriendo.

—¿Qué te han dicho? ¿Has estado en algún tratamiento? ¿Quimioterapia? —empiezo a lanzar las preguntas

—Estoy en un tratamiento, pero nada de quimioterapia, ni radioterapia. Es demasiado tarde y no quiero pasar por eso si las probabilidades que funcione son tan bajas.

—Mamá, eres joven, las personas logran superarlo, yo se que te puedes superarlo.

—Odette —me interrumpe—. Se como son estas cosas, se detecto demasiado tarde, ya no tiene caso.

—Pero —empiezo un poco más desesperada.

—Solo quiero vivir mis últimos días de una forma digna, quiero disfrutar lo que me queda al máximo y se que respetaras mi decisión. Te quiero, y es por eso que no pude quitarte la emoción de una nueva experiencia, quiero pasar esta vacación contigo, como si nada pasara, como siempre.

—Está bien —contestó aunque el soltar esas palabras implique romper mi corazón en mil pedazos

Miro la expresión de dolor de mi madre y como se toca el abdomen, toma una de las bolsas donde antes habíamos guardado comida y vomita, cuando termina le aparto su cabello e intento darle un poco de aire. Esta sudando y más pálida. 

—Vamos al doctor —ordeno.

Al llegar al hospital nos atienden de emergencia. Me quedo en el pasillo paralizada, soportando las ganas de derrumbarme ahí mismo. Nunca habías estado en este tipo de situaciones, mamá siempre pareció indestructible para mí, una simple gripe no impedía que ella me llevara a la escuela y trabajara todo el día, sus días malos parecían no existir para mí, pero claro, todo era por que ella lo ocultaba, y le agradezco por eso, por siempre pensar en mi felicidad, pero al mismo tiempo desearía que no lo hubiera hecho, porque ahora se me hace casi imposible imaginar y hasta ver a mi madre débil, el hecho de que cada día mi ella pierde un poco de fuerza me es difícil de creer, no es que no pueda digerirlo, es que no quiero. No quiero que sea verdad, no puede ser real.

La pieza perfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora