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Al abrir la puerta de la casa me sorprendo por el desastre que es la casa, usualmente es bastante tranquila

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Al abrir la puerta de la casa me sorprendo por el desastre que es la casa, usualmente es bastante tranquila. Pero ahora la música está un poco alta, desde aquí escucho los gritos de Alexia.

—¡Tatiana Edevane te dije que le bajaras el volumen a la música! —grita Alexia y el volumen de la música empieza a disminuir.

—¡Ya mamá! —grita la pequeña.

—¡Ve por Oso que ya nos vamos! —vociferan Alexia desde arriba.

—Oh, hola Odette—me saluda mi padre al verme entrar a la sala—. Alista tu maleta rápido, iremos a un fin de semana a la cabaña, vamos a ir a dormir y vendremos mañana en la tarde —me explica y sube las gradas dejándome confundida.

—¡Odette! —exclama Tati abrazándome por detrás.

—Hola Tati —la saludo y ella me suelta—. ¿Me puedes explicar qué está pasando? —pregunto.

—Papá decidió que tendríamos un fin de semana en la cabaña —explica bailando al ritmo de la música que tenía.

—¿En la cabaña? ¿Dónde fuimos la vez pasada? —pregunto.

—No, ahí no es. La cabaña es... la cabaña. —Cuanta información me da esa respuesta. Nótese la ironía por favor. Subo las gradas dirigiéndome a mi habitación y en camino me encuentro a Alexia llevando torpemente tres maletas.

—¿Necesita ayuda? —pregunto al ver que una se le cae.

—Oh, Odette —exclama al verme—. Tranquila yo puedo, ve arreglar tu maleta porque nos vamos en unos minutos y ya sabes que tu padre odia esperar

Papá haciendo planes de la nada, algo típico de él. Eso era algo que mamá odiaba de él, ella a veces tenía sus cosas planeadas y a papá no le importaba cambiar por completo los planes de esas cosas. Pero él es así, impulsivo.

¿A quién me recuerda?

Cállate conciencia.

Con rapidez tomo la ropa que considero que me servirá para ¿La cabaña? No sé a dónde vamos, pero tal vez me sirva para relajarme un poco e iniciar la próxima semana de la mejor manera, además talvez me sirva para despejar algunas dudas que estoy empezando a tener.

—¡Odette apúrate! —escucho el grito de papá. Tomo un suéter que me gusta mucho y lo meto para finalmente cerrar la maleta. Al bajar, frente a la puerta listos para salir—. Bien, vámonos que Robert y Amy nos está esperando para que almorcemos —¿Robert? No, no, no, no.

—¿Robert Evans? —pregunto cerciorándome que sea de quien creo que está hablando. Mis esperanzas se desvanecen cuando escucho su respuesta.

—Sí ¿Algún problema? —pregunta a lo cual niego con la cabeza, el entrecierra sus ojos, inseguro—. Bien —dice y abre la puerta para que salgamos.

La pieza perfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora