"La única persona que necesitas en tu vida, es aquella que te demuestra que te necesita en la suya"
Oscar WildeLlegamos a un edificio que presumía de su altura, su exterior estaba cubierto por vidrios oscuros que reflejaban el mar de luces que la ciudad nos ofrecía; una vez que detuve el auto Eduardo se apresuró a abrir mi puerta y Salí aceptando su ayuda, un hombre de buen ver se nos acercó, era empleado del restaurant y se llevó el auto, era un lamborghini beige.
En la entrada se encontraba una glamurosa alfombra roja. Entre yo y Eduardo se adelantó hacia la recepcionista la cual me vio y asintió, supongo que estaba hablando de unos colados a la cena.
- Hay que admitirlo, tienes buen gusto - esa voz tan gruesa me sobresalto, por un momento lo olvide.
- Lo sé, después de todo no estoy acostumbrada a cualquier cosa - me volteé a mirarlo.
El sonrío divertido; llevaba sus manos dentro de las bolsas del pantalón, el saco del traje estaba desabrochado y su corbata perfectamente puesta el cabello revuelto, Dios estaba tremendamente guapo.
- Me agrada su estilo señorita Aragón - maldito depravado.
- Me atrevo a decir que no es el único Señor Mondragón - punto para mí.
- No me tiente señorita Aragón, porque podría perder el control muy fácil - se acercó más y me susurro en el oído.
- y no me detendré si es usted la causante - le aleje poniendo una mano en su pecho y la otra la pose suavemente sobre mis labios por la parte de atrás, ¡mierda! Me ruborice.
Pero como él es endemoniadamente rápido coloco sus manos en mi cintura y no permitió que me alejara mucho.
- Me agrada tu perfume, lo has cambiado esta fragancia es más sobria y tenue que la otra - ¿Cómo diablos lo supo? Tenía razón. Me soltó y comenzó a reír.
- ¿porque viniste? Ambos sabemos que la razón no fue la cena familiar - se encogió de hombros.
- Es solo que encontré a una vieja amiga y la mejor parte es que me entere de que realmente no está muerta, incluso estamos en el mismo curso desde hace año y medio - contesto sarcástico.
- Eso no ocurre a diario sabes - suspire frustrada.
- ¿Algo que desees agregar a tu dramático relato?
- ¿Creíste que te librarías tan fácil de mí? Te lo dije, eres mi entretenimiento por el momento - Lo mire muy mal.
- Yo no recuerdo haber aceptado tal cosa - escupí cruzándome de brazos, el suspiro un poco frustrado.
- Mira pongámoslo así, ambos trabajamos en lo mismo, técnicamente somos la única compañía con la capacidad de ser tu competencia y no me lo tomes a mal tienes carácter para esto, pero no dejas de ser una mujer rodeada de leones...
- ¿y eso que tiene que ver?
- Simple, trabajemos juntos, piénsalo las dos empresas líderes juntas, tú me ayudas y yo te protejo - era buena su idea.
- Puedo cuidarme sola, además no eres el único implícito en esa decisión.
- Exacto, por eso solo trabajaras conmigo y yo con tigo, se mi socia, solo mía no de ellos - tentador, al ser solo socia de una persona no arriesgo mi identidad, además el me servirá.
- De acuerdo - sonrío victorioso - Pero tengo una condición.
- No pienso dejarte sola con los ingenieros o empresarios, ni lo sueñes, menos a estas horas y con esa ropa, absolutamente no, sino ni siquiera estaría aquí - creo que mi cara lo dijo todo.
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¿Cual es tu realidad, mi princesa?
JugendliteraturElla tiene la imponencia de un dios, la pureza de un ángel y la fuerza de un demonio sin embargo sufre la frajilidad humana. Y cada vez que la veo, más inalcanzable parece ser, pero algun dia lograre que seas solo "mi princesa" esperame.