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Entraron a un lugar con mucha niebla, donde comenzaron a escuchar a alguien cantar el Sake de Binks.

Quien lo estaba cantando era un esqueleto que iba a la deriva en un gran barco.

Luffy, Ryōta, Sanji y Nami subieron a investigar.

--Es un esqueleto que habla --se emocionó el pelinegro.

--Todavía me sorprende lo que pueden hacer las Akumas no Mi --admitió desde sus hombros.

--Sí, tienes razón --rio divertido. --Oe, esqueleto, ¿cómo te llamas?

--Soy Brook --se inclinó con educación.

--Un gusto, Brook, soy Luffy --acarició al animal en sus hombros. --¿Por qué no subes a bordo? --ofreció sin miedo.

--Claro --aceptó sin problemas.

--¡Ni de broma! --negó Nami.

--¿Ah? --agravó el tono, haciendo temblar a la omega.

--N-Nada --retrocedió nerviosa.

--Ya decía yo --volvió a ver a Brook. --Ven con nosotros --indicó que los siguiera.

Volvieron al Sunny, Sanji corriendo a refugiar a su pareja con él al sentir su miedo a través del lazo, soltando su aroma para calmarlo.

(...)

El alfa rubio estaba teniendo una crisis de pánico.

Sentía el puro miedo a través del lazo que tenía con Usopp, quien había ido a la extraña isla a investigar.

Se calmó cuando escuchó a Luffy decir que también desembarcarían ellos para ir en búsqueda de sus nakamas.

Lo primero que encontraron fue a Cerbero.

--¡Que bonito! --Luffy se emocionó al verlo, corriendo a su encuentro. --Hola, guapo, ¿qué haces aquí?

--¡Atrás! --ladró una de las cabezas.

--Mooo, venga, dime qué te pasó, estás lleno de heridas --extendió las manos para acariciarlo.

El can se detuvo de golpe.

--¿Nos entiendes? --preguntó otra cabeza.

--Sí, claro --siguió a la espera de que el animal se acercara.

Lágrimas se acumularon en los ojos de las tres cabeza, comenzando a aullar de dolor mientras las lágrimas descendían y corría hacia Luffy, tumbándose y buscando refugio con él.

--Guapo, ¿qué te hicieron? --suavizó su tono mientras acariciaba las tres cabezas y el cuerpo de manera lenta, sintiéndolo temblar.

--Esos hombres... Nos resucitaron y unieron a la fuerza --sollozó uno de los canes.

--Como somos animales no nos ordenó nada... Pero fueron muy crueles... --lloriqueó otro.

--Ni siquiera tendríamos que estar vivos... Queremos volver a casa... --los tres sollozaron a la vez por las palabras de su compañero.

--Guapos... --suspiró sin detener sus caricias. --Ya, ya, tranquilos, podréis volver a casa, me encargaré de Moria y sus secuaces, ¿sí? --endulzó la voz.

--Por favor... --frotó su hocico contra el omega.

--¿Sabéis algo que pueda usar en su contra?

--Para liberar las sombras de los zombis hay que meter sal en sus bocas --sorbió la nariz.

--Moria está buscando una sombra fuerte para liberar a un gigante --casi gritó en alarma.

Gato de OroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora