Capítulo 4

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Espera. ¿Cómo que otro muerto? ¿En el mismo sitio? Carmen era una chica de su clase. La conocía de toda la vida. Y estaba muerta. Al igual que Quim. ¿Habría sido de nuevo el Fantasma de la Lluvia? ¿Habría sido él?

    —¿Cómo? —dijo el director —. ¿Otro asesinato?

    —Todo parece indicar que sí. ¿Tenía Carmen algún enemigo en clase? ¿Había sufrido algún tipo de bullying por parte de sus compañeros?

    —No-no lo sé. Que yo sepa, no. Nunca me dijeron nada. Ni sus profesores ni ella. Oh, dios mío. ¿Dos alumnos del colegio en dos días? ¿Cómo puede ser?

    —Estamos investigando. Pero la señorita Sáez tenía las mismas marcas que Ayala. Alguien le rajó la garganta.

    Ahí estaba la confirmación. Ese maldito cabrón solo asesinaba a gente así. Se acercaba lo suficiente como para cortarte el cuello. Y solo lo hacía en ese puente. ¿Por qué?

    —¿Creen entonces que Leo Castro decía la verdad? —aventuró el director.

    —Estamos viendo todas las posibilidades. Por ahora, nos gustaría hacerle unas preguntas a... —hicieron una pausa, supongo que buscando el nombre —. A Samanta Contreras.

    —No ha venido hoy a clase. ¿Ha pasado algo con ella?

    —Iba con Carmen en el momento de su muerte.

    Escuché cómo se levantaban de las sillas, dispuestos a salir, así que eché a correr para que no me pillaran. Tenía que hablar con Samanta. Si había alguien que podía entenderme, era ella. Así que tracé mi plan. Volví a clase poniendo mala cara y le pedí a la profesora si podía irme a casa. Obviamente, me dejó. Todo el mundo seguía teniéndome miedo. ¿Sabrían lo de Carmen? ¿Sabrían que ella también había muerto? ¿Me seguirían culpando a mí cuando se enteraran?

    Por suerte sabía dónde vivía Sam. Cuando era pequeño me invitó un par de veces a su cumpleaños. Y, hasta donde sé, seguía viviendo en la misma casa. Bueno, no solo me invitó sino que también invitó a Quim. Cuando éramos amigos. Cuando éramos mejores amigos. Me puse mi impermeable, porque me negaba a volver a coger un paraguas en los días de mi vida, y salí del colegio. Obviamente, seguía lloviendo. ¿Tendría que ver con el Fantasma de la Lluvia? ¿Si seguía matando... seguiría lloviendo? Según iba caminado hacia casa de Sam, no dejaba de mirar hacia todos lados, hacia cualquier persona que se acercara un mínimo de dos metros. Todos podían ser él. O nadie. No lo sé. Pero la calle no era segura. Ni siquiera lo era mi propia casa. Mi propia habitación.

    Llegué al portal de la casa de Sam y me quedé unos diez minutos esperando a que alguien saliera para poder entrar y mirar en los buzones cuál era el piso. Porque mi memoria es buena, pero no tanto. Cuando salió una señora del brazo de lo que supongo sería su marido, fingí que estaba buscando las llaves. El hombre me sujetó al puerta del portal amablemente y me colé. Así, disimulado, como soy yo. Me acerqué a la zona de los buzones y busqué el apellido contreras.

    —4º B. Perfecto.

    Me metí en el ascensor y pulsé el 4º mientras pensaba qué le iba a decir cuando la viera. Hola Sam. Soy Leo. No sé si te acuerdas de mí. Oye, ¿viste al tío que mató a Carmen? ¿Podrías ayudarme a encontrarlo? Pues no era la mejor forma de iniciar conversación. Pero debía intentarlo. Se-se lo debía a Quim. Noté una pequeña brisa en el cuello de repente. Levanté la mirada y le vi. Vi sus ojos de color sangre seca reflejados en el espejo. ¡Estaba detrás de mí!

    Me giré de golpe, con los puños en alto, pero no había nadie detrás de mí. Nadie. Pero había notado su aliento. Había notado su presencia. ¿Cómo podía ser? Dios. Me estaba volviendo loco, ¿verdad? No había otra explicación. El ascensor llegó al 4º y me bajé a toda velocidad, como si haciéndolo dejara al Fantasma de la Lluvia encerrado dentro. Llamé al timbre casi sin pensar y, tras unos segundos de espera, apareció un hombre de unos cuarenta años, con gafas superfinas, pelo corto y negro y cara de preocupación.

Bajo la lluvia (en pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora