Capítulo 12

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En cuanto le vi precipitarse al vacío, supe que tenía que hacer algo. No, no iba a dejar morir a Dani. Me niego. No. No iba a morir otra persona que me importaba si yo podía evitarlo. ¿Había dicho que Dani me importaba? ¡Si solo le conocía de un día! Pero sentía que habíamos compartido tanto, y que... No sabría decir la razón. Lo que sí sabía es que, muchas veces, da igual lo mucho o poco que conozcas a un persona. La conexión estaba ahí. Y aunque no lo parezca, a veces tenemos que hacer caso a las conexiones. No sé por qué Dani se había cruzado en mi camino, pero había llegado en el momento justo.

Sin tiempo que perder (lo creáis o no, toda esa parrafada de pensamientos duró como medio segundo en mi cabeza) me lancé hacia él. Ni siquiera pensé en las consecuencias. Me estiré todo lo que pude y le agarré de los dos piernas, justo antes de que cayera a la carretera. Dios, por muy pequeño fuera, pesaba mucho. Nunca había tratado de coger a alguien. En las películas lo hacen tan fácil...

—¡Dani! ¡Dani! —pero estaba con los ojos cerrados. Dios, ¿estaba muerto? —¡DANI!

La lluvia hacía que todo fuera más difícil. Me costaba sujetarle horrores. Y tarde o temprano se me acabaría por resbalar... o acabaríamos cayendo los dos.

—¡DANI! ¡DESPIERTA, JODER! —chillé, tratando de hacerme oír por encima de la lluvia y de los coches que pasaban bajo nosotros.

Y, cuando ya veía que le iba a tener que soltar o nos iríamos los dos abajo, alguien apareció a mi lado para tirar de él. La agente de policía. Nos miramos. Asintió. Y tiramos de Dani tan fuerte que acabamos los dos cayéndonos de culo, con Dani a salvo sobre mi regazo.

—Dani, mierda. Dani, ¿estás bien? ¡Dani! ¿Me oyes?

—Déjame espacio. ¡Aparta! —me gritó la agente y se agachó sobre Dani. Primero le tomó el pulso y, justo después, le abrió la camiseta. La herida de bala había rozado su costado, pero había cubierto todo de sangre. Nunca había visto tanta en mi vida.

—¿Se va a poner bien? ¡Dime que se va a poner bien, joder!

—¡Calla! ¡Espera! —gritó la agente y, cogiendo el trozo de la camiseta que no estaba manchado de sangre, se lo colocó en el costado —. Aprieta ahí. ¡Va, venga!

Tardé en reaccionar, pero cogí la camiseta de sus manos y la pegué al cuerpo de Dani. Al momento, la agente se volvió a agachar sobre él y comenzó a hacerle respiración cardo-pulmonar. Boca a boca. Una, dos, tres, cuatro veces. Hasta que Dani comenzó a toser.

—Jo, me duele... —fue lo único que dijo antes de que llegase dos enfermeros a los que había llamado la policía. Y oye, sonreí como un idiota.

Obviamente le acompañé hasta el hospital en la ambulancia. Y no podía dejar de pensar que la muerte me perseguía. Carmen, el policía, la chica del otro día, Dani a punto... y Quim. ¿Por qué me empeñaba en seguir negando lo evidente? No íbamos a poder detener al Fantasma. Era imposible.

Metieron a Dani en quirófano. La bala había pasado muy cerca de impactarle de lleno. Así que me quedé fuera, esperando. Al poco tiempo llegaron sus padres. Y luego llegó la agente de policía. Agente de policía Hernand. Claro, nada más verme, vino directa hacia mí.

—Tienes que decirme todo lo que sabes —me dijo con una voz profunda y a la vez temblorosa. Y claro, ¿qué iba a hacer? Pues asentir.

Indicándome que la siguiera, fuimos a la cafetería del hospital, que no podía ser más deprimente, y me pidió una Coca-Cola que me bebí en cuestión de dos segundos. Ella se pidió un vaso de agua. También lo terminó en tiempo récord.

—A ver, Leo. ¿Te importa que te llame Leo y te trate de tú? No, ¿verdad? Sé que sabes algo. ¿Qué hacíais en el puente a esas horas? ¿Sabíais que iba a pasar algo? ¿Cómo podíais saberlo? —dijo, nerviosa.

Bajo la lluvia (en pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora