Capítulo 19

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Por suerte, cuando Carlos abre la puerta del armario, está todo tan a oscuras que dudo que nos vea besándonos. En cuanto se asoma, Leo se separa de mí. Sí, todo está a oscuras. Ok. Pero en sus ojos veo la sorpresa. En sus ojos veo... su rechazo.

—¡Leo y Quim! —grita Carlos. Eso significa que nos ha pillado. Creo que hemos sido los primeros a los que ha visto.

Cierra la puerta del armario de nuevo y el juego sigue. El juego sigue pero quizá nuestra amistad se haya detenido para siempre. No sé qué decir, qué hacer. No sé si hablar, callar o esperar a que diga él algo.

—¿Pero eres marica? —Es lo primero que dice y, mira, para decir eso, mejor que se hubiera quedado callado.

—No sé... no... es... —Ya, lo sé. ¿Por qué digo que no, si lo soy? Pero me lo dice con esa voz, con ese tono, que me hace sentirme tremendamente inseguro.

—¿Es que te gusto?

—Sí... creo que sí —admito.

—Pero si somos amigos —me dice.

—Lo sé. Eh, que no pasa nada. Que supongo que no te gusto. Pero-pero quería decírtelo y, bueno, pues me he agobiado y claro —tartamudeo. Leo está cada vez más agobiado.

—Oye, creo que deberíamos salir. Nos han descubierto.

—¿Descubierto?

—El juego. Carlos nos ha pillado.

—Ah, sí, claro.

Salimos del armario y nos sentamos en el sofá del salón. Bueno, yo me siento en el sofá. Leo se queda en una de las sillas al otro lado del salón. No hablamos. De hecho, no hablamos en el resto de la noche. Y noto que intenta evitarme a cada segundo. Ni siquiera volvemos juntos a casa, y eso que vivimos al lado. Estoy toda la noche en casa pensando en escribirle. ¿Qué le digo? Algo tengo que decirle, ¿no? Así que, una vez más, me vuelvo a lanzar.

Qué guay la fiesta de hoy. Qué pereza mañana clase

Lee el mensaje. Casi al momento. Y veo que empieza a escribir su respuesta. Está escribiendo durante casi un minuto... y de repente se desconecta. No contesta. Algo ha querido decirme pero no ha sido capaz. Pienso en preguntarle si quedamos para ir mañana a clase. Pero mejor dejarlo estar. Aunque sea unas horas. Mañana en clase nos volveremos a ver y todo estará bien. Solo que no lo está. Porque me gusta Leo. Pero yo a él no. Eso es algo que está claro.

Esa semana en el colegio es... bueno, complicada. Leo está muy seco conmigo. De repente tiene mil planes, cientos de deberes, o un montón de citas con el médico, con el dentista o con sus padres. Es decir, es mi mejor amigo y casi no puedo hablar con él. ¿Todo por un beso? ¿Es que acaso me odia ahora? ¿Qué está pasando que se me escapa? Pues ya os digo yo el qué. La gente me mira, y ha aparecido alguna notita en mi pupitre en la que me llamaban 'maricón'. Carlos no nos vio casi. Es imposible que haya sido él. ¿Lo ha ido contando Leo? No. No puede ser.

Así que una tarde le pillo al salir de clase. Él me dice que tiene que irse rápido a casa pero me da igual. Le pillo por banda para hablar las cosas.

—Hola —le digo, tímido y cortado.

—Ey —responde —. Llego tarde a casa. ¿Hablamos mañana?

—No. Hablamos ahora —respondo, molesto pero valiente. Nunca había pensado que me enfadaría con Leo. Pero aquí estamos.

—¿Qué pasa?

—¡Eso digo yo! ¿Qué te pasa conmigo? —exploto.

—¿A mí? Nada.

—No me jodas, Leo. Somos amigos desde... yo qué sé. Desde que éramos pequeños. ¿Qué te pasa conmigo?

Bajo la lluvia (en pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora