Capítulo 14

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—¿Cómo... cómo que murió hace 3 años? —pregunté, total ente desubicado.

—Carlos Sarmientos murió hace 3 años. En un accidente de coche. ¿Estás seguro de que estuvisteis con él? —insistió la agente Hernand, pero no supe responder. Es decir, la habitación me daba vueltas. Si-si ese hombre no era el tal Carlos... ¿quién coño era? —¿Leo?

—Sí, sí. Sigo-sigo aquí.

—Tienes que decirme exactamente con qué señor hablasteis y dónde se encuentra. Podría ser peligroso. ¿Y si es el responsable de todas las muertes?

Pero casi no la escuchaba. Porque Dani no dejaba de hacerme aspavientos desde su cama.

—Qué —le susurré.

—Corta. Cuelga —me ordenó.

—¿Leo? ¿Estás ahí?

—Sí, eh, ahora no puedo —y colgué. Sí. Colgué a una agente de policía. Mira, pues si hay que ponerse rebelde, pues qué mejor forma. Ya había huido de ella, y ahora le había colgado. Así soy.

—Has colgado a una poli. Te das cuenta, ¿no? —me dijo Dani, con cara de susto. ¡Pero si me lo ha pedido él!

—¡Pero si me lo has dicho tú! —le recriminé.

—Ya bueno, pero no pensé que fueras a hacerme caso —respondió, encogiéndose de hombros. Porque estaba enfermo, que si no, lo mataba ahí mismo —. Bueno, lo importante. ¿Qué te ha dicho?

—Que Carlos Sarmientos murió hace 3 años.— Y claro, decirlo en voz alta lo hacía más real. Dani me miró confuso y, al rato, se echó a reír.

—Pero eso es imposible, Leo. Estuvimos con él. Esa policía no se entera de nada.

—¿Tú crees? Lo dijo muy convencida...

—Vale. Y si no es Carlos Sarmientos... ¿quién era?

—No lo sé, pero alguien peligroso, desde luego. ¿Dónde tienes tu móvil? Podemos escuchar lo que grabaste. A ver si nos da alguna pista o algo, no sé...

—Está en mis pantalones. Dentro del armario —dijo, señalando el armario blanco que había junto a la entrada.

Me acerqué y, en cuanto abrí el armario, vi la ropa de Dani manchada de sangre y uf, se me revolvió todo. No porque me dé asco la sangre, que me da igual, sino por recordar el momento en el que pensé que Dani había muerto. Rebusqué en su bolsillo y cogí el móvil. Y, por suerte, tenía batería. Menos mal.

—¿Lo tienes?

—Misión conseguida —bromeé y cerré el armario.
Me acerqué a la cama y se lo di. Al dárselo, nuestras manos se rozaron. Sus dedos, largos, finos y suaves, rozaron el dorso de los míos. Y me di cuenta de que era uno de los primeros contactos físicos que tenía con otro chico desde hace siglos.

—Vamos a ver... Aquí está. A ver qué me dijo —y puso la grabación. Y claro, lo que escuchamos nos dejó de piedra.

A ver, he jugado un poquito con vosotros. Sorry. Realmente nos dejó de piedra no por lo que escuchamos, sino por lo que no. ¿Se entiende? Básicamente, pusimos la grabación y no se oía nada. Solo ruido de fondo y, muy de vez en cuando, las preguntas de Dani. Pero ninguna respuesta. Como si estuviera hablando solo...

—Pero a ver. Te juro que él me respondía... —me dijo Dani, nervioso.

—Lo sé. Si yo estaba ahí. Sube el volumen, yo qué sé.

—Está a tope —me confirmó —. No entiendo nada.

—Esto es muy raro, Dani. Cada vez más. ¿Dónde nos estamos metiendo?

Bajo la lluvia (en pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora