Capítulo 2

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La sangre de Quim me salpicó en la cara y me entró en la boca. Tardé unos segundos en reaccionar. Pero cuando lo hice, ya era tarde, como siempre. Quim estaba tirado en el suelo, luchando por respirar, por sobrevivir. Mientras, el atacante misterioso había desaparecido, como si se lo hubiera llevado la lluvia. El diluvio que había estado persiguiéndonos ya no era tal. Cada vez llovía menos.

Me agaché junto a Quim y puse mis dos manos sobre su garganta, tratando de taponar la herida, como tantas veces había visto en el cine. Pero la sangre seguía saliendo como si fuera una fuente. Vi cómo se le estaba yendo su vida. Lo pude ver en sus ojos. De hecho, creo que hasta lo sentí. Y nunca pude pedirle perdón. Nunca pude decirle que sentía todo lo que había pasado entre los dos.

Traté de llamar a una ambulancia, pero entre la lluvia y la sangre, mis manos resbalaban y era muy complicado. Para cuando lo conseguí, Quim ya estaba muerto. Y, cuando llegó la ayuda, lo único que hicieron fue subirle a una camilla, colocarle una sábana y llevárselo. Como si fuera un papel que recoges en la calle. Como si no importara nada. Y, por supuesto, me culparon de su muerte.

Al menos no las autoridades. Me debieron de ver tan en shock que creyeron cada palabra que les dije. Y es que realmente tampoco había visto mucho...

—Fue ese chico. Apareció de repente y, cuando-cuando quise darme cuenta, Quim estaba en el suelo. Yo-yo-yo intenté frenar la herida o lo que fuera, pero no soy médico. Hice lo que he visto en las pelis. Pero... pero supongo que no sirvió de nada.

—¿Alguna descripción que pueda ayudarnos?

—No le vi bien la cara. So-solo recuerdo... solo recuerdo su sonrisa... y-y que no tenía párpados. O-o eso creo...

Lo anotaron todo, pero no me hicieron mucho caso. Claramente se pensaban que estaba loco. Pero no lo estaba, joder. No lo estaba.

Al día siguiente en el instituto, todo el mundo hablaba de ello. Obvio. ¿Cómo no iban a hablar de Quim, asesinado bajo la lluvia por Leo? Porque eso era lo que opinaban todos. Claro, nos llevábamos mal. Se sabía. Iba con él y Quim, ni en un millón de años, habría venido conmigo. Eso me dijo Alicia, su mejor amiga. Nada más verme, se me echó encima.

—¡Di la verdad! ¡Fuiste tú! —me gritó en medio del pasillo.

—¡NO! ¡Nunca haría daño a Quim! —me defendí.

—Eres un mentiroso. Un mentiroso y un asesino.

—No-no, joder. Fue... no fui yo. Fue... fue el...

—Quién. Quién fue.

—No-no-no lo sé —dije, en un hilo de voz, y Alicia casi se echó a reír en mi cara.

—Dios. Aléjate de mí.

Alicia me miró con cara de asco y se fue. De hecho, no solo ella me miró con desprecio sino todos los que estaban en el pasillo. ¿En serio creían que yo podía ser el responsable? ¿En serio pensaba que yo podía si quiera pensar en matar a Quim? ¡Si habíamos sido mejores amigos durante años!

Ese día, al terminar las clases, seguía lloviendo. Llevaba tres días sin parar. Nunca había llovido tanto en verano. Al menos que yo recordase. Pero no había cogido paraguas. No sé si porque se me había olvidado, o porque mi mente se había negado a cogerlo. Así que anduve bajo la lluvia, con la mente en blanco, despistado... y cuando me di cuenta, estaba en el mismo puente donde había muerto Quim. No. Donde había muerto no. Donde había sido ASESINADO.

La lluvia había borrado todo rastro de lo que había pasado ahí hace menos de veinticuatro horas. No quedaba ni una mancha de sangre, pero la lluvia seguía siendo intensa. Aunque nada que ver con la del día anterior. De hecho, recordaba que justo cuando vimos a aquella extraña sombra, la lluvia empezó a caer más y más fuerte. Volví a mirar al suelo donde Quim se había desangrado en mis manos. ¿Y si yo tenía que averiguar quién le había asesinado? Era el único testigo. Solo tenía que cerrar los ojos y esforzarme en recordar.

—Recuerda, Leo, joder, recuerda... —y entonces le vi la cara. Vi los ojos rojos y sin párpados. Vi su sonrisa enfermiza sin labio superior. Sus mechones de pelo grasiento cayéndole por ambos lados. Su cara deforme y borrada por la lluvia. Tanto que abrí los ojos, pensando que le tendría enfrente. Pero no. Estaba solo. Solo y temblando. Me eché a llorar y no sé cuánto tiempo estuve allí, pero volví a casa completamente empapado.

Esa noche me obsesioné por completo con la muerte de Quim. El asesinato, el asesinato. Busqué la noticia en redes, en todos los medios, en todos lados. Y decían exactamente lo mismo. Muerte en extrañas circunstancias. Degollado. Su único acompañante... Yo. Obviamente no podían culparme de nada. No había rastro del arma homicida. No había testigos. Y yo había insistido en que no lo hice. No había ni una prueba en mi contra. Dios. Era como estar en una jodida película de terror. Mi madre yo creo que incluso me tenía miedo, porque no era capaz de decirme ni dos palabras seguidas.

Y entonces me llegó un mensaje.

Bueno, uno de tantos, porque no habían dejado de llegarme mensajes, casi todos insultándome y llamándome asesino. Pero entre todos ellos sobresalió uno. No sé quién era el chico que me lo escribió. No le conocía. Pero llamó mi atención.

SÉ QUIÉN MATÓ A TU AMIGO

Obviamente, después de semejante mensaje, ¿cómo no iba a responder? ¿Quién eres? Le pregunté.

Y él se limitó a mandarme un enlace a una página web. No una página web cualquiera sino a una web de leyendas urbanas, historias de terror y creepypasta. Y ahí estaba ESA CARA DE NUEVO. Y, sobre su dibujo, su nombre...

El fantasma de la lluvia

Bajo la lluvia (en pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora