Dani no supo muy bien cómo reaccionar cuando se lo dije. Su cara fue de sorpresa total. Mezclada con vergüenza y algo que no sabría describir. ¿Tanto le había sorprendido? ¿Tan fuera de juego le había pillado? Por mi cabeza pasó una interminable lista de pensamientos, cada uno más apocalíptico que el anterior. No quería que Dani me rechazara. Todo lo contrario. Solo quería que fuera algo recíproco. Y no tenía muy claro cómo me había llegado a gustar tanto en tan poco tiempo, pero el sentimiento estaba y no podía seguir ignorándolo por más tiempo.—Yo también lo prefiero —dijo al fin en un susurro.
—¿Eh?
—Que yo también prefiero que te beses conmigo. —Las piernas casi se me doblaron en el momento en el que dijo esa frase.
—¿En serio?
—A ver, sí, claro. Si me gustas casi desde el primer momento en el que te vi. ¿No te habías dado cuenta?
—No. —Y es verdad que no me había cuenta.
—Pues sí. Pero yo nunca he besado a nadie.
—Ni yo —admití... y recordé a Quim —. Pero podemos probar, ¿no?
—¿Pero ahora? —y su expresión fue de absoluto terror.
—¿Y por qué no? —sonreí, nervioso, y me acerqué a su cama todo lo que pude. Dani empezó a ponerse rojo de vergüenza. Yo seguramente también lo estuviera, pero tenía ganas de besarle, de que pasara lo que iba a pasar, así que no había nada que me frenara en ese momento.
—¿Cómo lo hacemos? —preguntó y claro, no pude evitar reírme.
—Dani, es solo un beso. No hay mucho misterio —y, sin que pudiera decir nada más, me apoyé sobre su cama y acerqué mis labios a los suyos. Y he de decir que fue la mejor sensación de mi vida.
Dani cerró los ojos al momento. Yo tardé unos segundos extra. Sus labios estaban calientes y húmedos. Ni siquiera abrió la boca. Yo sí, y hasta saqué un poco la lengua para pasearla por sus labios, como había visto tantísimas veces en series o películas. Pero no quería ser bruto. Me gustaba que fuera algo delicado. Era mi primer beso, al menos lanzándome yo, aunque nunca pensé que sería con Dani, y en las circunstancias en las que fue.
Cuando nos separamos, abrió los ojos lentamente y los dos sonreímos bobaliconamente. Una risa incontrolable que nos iba contagiando.
—¿Qué tal? —pregunté, curioso.
—Genial. Ya no me duele nada.
En ese momento se abrió la puerta de la habitación y me separé de Dani al instante. Era su madre, que llegaba con un café en la mano y el teléfono móvil en la otra.
—Hola, Leo —me saludó amigablemente.
—Hola —respondí, tímido. Si llega a entrar un par de segundos antes...
—Mamá, ¿y mi Coca-Cola?
—Nada de Coca-Cola, Dani —le reprendió su madre.
—Bueno, yo me voy a ir yendo ya. —Dani puso cara de pena y yo traté de decirle con mis ojos que había sido increíble y que lo repetiríamos pronto.
—Escribe cuando llegues —me pidió.
—Claro —sonreí, me despedí de su madre con un gesto de cabeza y un adiós susurrado, y salí de la habitación casi como en una nube.
Así que le gustaba a Dani después de todo. Curioso lo mucho que une haber estado tan cerca de la muerte tantas veces. ¿Significaba ese beso que éramos novios? Bueno, tampoco había que ir tan rápido supongo. Habría que esperar a ver.
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Bajo la lluvia (en pausa)
HorrorVerano en Madrid. Los últimos cinco días están siendo los más lluviosos del año. Y Quim, cada tarde que sale de su clase de teatro, se olvida el paraguas. Leo, con el que no se lleva especialmente bien, aparece todas las tardes con su paraguas y se...