Capítulo 6

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Cuando abrí los ojos ya no estaba en el puente bajo la lluvia. No iba con Leo. No estaba bajo su paraguas. De hecho, no sabía dónde estaba. Lo último que recordaba era estar discutiendo sobre alguna tontería y que empezara a diluviar. A llover muy fuerte. Y, de repente, ese... ese 'ser' salió de entre la lluvia. Esos ojos sangrientos, esa sonrisa sin labios, esos pelos grasientos, ese olor a alcantarilla. Y, sin darme tiempo a reaccionar, me rajó la garganta. ¡Espera! ¿Me rajó la garganta? Me llevé las manos al cuello y noté una cicatriz bastante reciente... y sangre seca. ¡Sangre seca! Entonces, ¿había sido real? ¿No había sido un sueño? ¿Estaba... estaba muerto?

    Me levanté del suelo pero todo era oscuridad. No había nada a mi alrededor. Estaba como en una habitación oscura, en la que hubieran bajado las persianas por completo. Hacía frío. Mucho frío. Y el suelo estaba... ¿mojado? ¿O era el techo? No, no. Eran ambas. ¿Qué estaba pasando? ¿Dónde estaba? Y entonces escuché una voz. Una voz lejana, como si estuviera a miles de kilómetros pero, a la vez, al lado. Y era claramente la de Leo.

    —¿Leo? —dije, esperando que alguien contestara.

    —¿Có... s... sibl...? ¿Quim?

    —¿Leo? ¡Leo! ¿Eres tú? —empecé a chillar.

    —¡Quim! ¡Quim...!

    —No-no-no sé dónde estoy. Te-tengo miedo. ¿Dónde estoy? ¿Qué pasa?

    Fui tanteando en la oscuridad, estirando las manos para tratar de tocar una pared y situarme en el espacio, cuando de repente toqué algo pringoso.

    —Qué coño...

    Y escuché un gruñido, como si lo que hubiera tocado fuera un animal o algo parecido. Joder, si eso era un animal, ¿qué más había ahí dentro conmigo? Entonces lo vi, una rendija de luz, de esperanza. Corrí hacia ella, chapoteando en el agua del suelo y, cuando llegué a la luz, me di cuenta de que era una puerta. Busqué el pomo mientras no dejaba de escuchar un rugido cada vez más grande detrás de mí. Joder, joder. ¿Dónde coño está el pomo? ¡Venga, Quim, JODER!

    Oí chapoteos detrás de mí, como algo que venía corriendo a toda velocidad. Dios, no podía dejar que me atrapara. Tenía que salir de ahí. Pero, ¿y si fuera había algo peor? Bueno, ya lo descubriría, ¿no? Así que seguí tanteando lo más rápido que pude hasta que di con el pomo, abrí la puerta y la cerré de golpe justo antes de que llegara eso que venía hacia mí.

    —¡Uf! De milagro, oye. 

    Nada más salir de esa extraña habitación oscura, de repente estaba... estaba en... ¿dónde estaba?



    —¿Quim?

    Claro, Dani se me quedó mirando. Primero a mí, confuso y desorientado, y luego hacia la pared donde yo estaba mirando con una cara que debía de ser un auténtico poema. Pero os juro que noté su presencia. La noté. Pero ahí no había nadie. Nadie.

    —¿Qué pasa? —dijo Dani —. No habrás visto un fantasma. Oh, no me jodas. ¿Un fantasma en mi casa? —y puso una sonrisa de oreja a oreja.

    —No, no he visto nada. Y es raro que te emociones tanto con eso. Pe-pe-pero he vuelto a sentir a Quim. Le he vuelto a sentir. ¿Tiene...? Joder, ¿qué sentido tiene todo esto?

    —Cada vez se confirma más mi teoría: el Fantasma de la Lluvia te lleva a un limbo. Quim podría estar vivo en otro plano dimensional... o podría ser su espíritu que necesita encontrar el camino. No lo sé.

    —¿Y cómo lo averiguamos? Tú sabrás, ¿no? —dije, insistente.

    —Podríamos hacer una invocación. Pero necesitaríamos algo suyo. Algo suyo y algo tuyo... que te una a él. Si no, es imposible.

Bajo la lluvia (en pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora