Capítulo 27

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Mis padres no iban a perdonarme nunca que hubiera huido de casa de la forma en la que lo hice. Pero no entendían que tenía el destino de mucha gente en mis manos. Derrotar al Fantasma de la lluvia era la única forma de detener las muertes. Y quién sabe, quizá de recuperar a Quim. Se lo había intentado explicar de mil formas y su respuesta había sido llevarme a un psiquiatra de urgencia. Es decir, ¿qué esperaban que hiciera? ¿Ir sin ningún tipo de protesta?

Así que huí. Sí, lo reconozco. Y cuando llegué al parque, vi a Dani y supe que no podía dejarle solo. Tenía que ayudarle. Él no podría derrotar al fantasma sin mí. No había otra forma. Así que corrí a su lado.

—¡DANI! —grité al verle, sobre todo para que se me escuchara entre el ruido incesante de la lluvia cayendo sobre la tierra del parque.

Me uní a él, y nada más hacerlo, vimos al Fantasma dirigiéndose hacia nosotros. Pero no solo eso... sino que detuvo el tiempo. Una sensación extraña, fuera de todo razonamiento. Así que gritamos su nombre de nuevo, pero dio igual. Seguía acercándose y, según lo hacía, se iba haciendo más y más grande. Cuando le teníamos casi encima, debía de medir más de dos metros, con sus garras afiladas dispuesto a cortarnos la garganta. Como había hecho con tantas otras víctimas.

Pero entonces Dani gritó algo que no me había dicho. No me lo avió. Pero lo gritó igual. BAAL. ¿Qué era eso? ¿Por qué se le ocurrió gritarlo de pronto?

Y, lo fuerte de todo, es que surtió efecto. O eso creemos, porque todo pasó demasiado rápido, como cuando estás a punto de despertarte de una pesadilla que lleva carcomiéndote toda la noche. Los ojos del fantasma empezaron a abrirse más y más, hasta que sus cuencas estaban prácticamente desorbitadas. Sus dedos comenzaron a separarse entre sí, al punto de estar casi desgarrados de las manos. Su expresión era de auténtico terror. Un fantasma asustado. Aterrorizado. Eso había provocado Dani.

—¿Qué está pasando? —pregunté cuando un vendaval helado empezó a rodearnos —. ¿Qué has hecho?

—¡He dicho su nombre! —me chilló y, al ver que no entendía nada, trató de explicarse de la mejor forma posible —. Basilio Albino. Es un acrónimo. Basilio. ALbino. He estado totalmente ciego, pero lo he visto claro.

—¿El qué?

—El demonio Baal. El primero de los siete reyes del Infierno.

—¿CÓMO? —grité y, de pronto, entre el torbellino que nos arrastraba, pude ver una cara totalmente desfigurada, horrible y pesadillesca. Pero, tan pronto como la vi, desapareció, el aire cesó y delante de nosotros no estaba el Fantasma de la Lluvia, sino un chico con pelo largo y cuidado, ropa de hace un siglo y cara amable. El tiempo había vuelto a su curso normal y la lluvia se había convertido en una llovizna fina y casi inexistente.

—¿Ho-hola? —preguntó Dani, curioso.

—¿Quién es?

—Creo que acabamos de liberar al fantasma de su maldición —me dijo en un susurro.

—Gracias —murmuró. Su voz sonaba cálida y fuerte a la vez.

—¿Estás... bien? —Sí, quizá fue la pregunta más tonta que podía hacer, pero no se me ocurrió nada más que decir.

El chico se miró de arriba abajo, se tocó su camisa rasgada, observó sus manos, se toco la cara y, al llegar a sus labios, comenzó a sonreír.

—Estoy mejor que bien. No sé cómo agradecéroslo.

—Necesito preguntarte algo —dijo Dani y se acercó a él sacando una fotografía del interior de sus pantalones —. ¿Conoces a este chico?

La miró con ojos curiosos pero negó rápidamente con la cabeza.

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⏰ Última actualización: Oct 18, 2023 ⏰

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Bajo la lluvia (en pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora